Había pasado ya una semana desde que Iguro Obanai se enteró del amor secreto de su mejor amigo, Shinazugawa Sanemi. Después de tantas insistencias, Sanemi aceptó la ayuda de su amigo en el camino a conquistar a Giyuu Tomioka, el pilar del agua.
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Ambos pilares estaban en el patio trasero de la finca Ubuyashiki, esperando a sus demás compañeros pilares para comenzar con el encuentro. Hasta ahora había llegado Tengen Uzui, el pilar del sonido, Gyomei Himejima, el pilar de la roca, y Mitsuri Kanroji, la pilar del amor.
—¡Uzui-San! —La pelirosa se acercó al más alto mientras lo saludaba con una mano—.
—Oh, ¡Kanroji! —Sonrió agradablemente mientras ella se acercaba.— “Mierda, Iguro me va a matar si me ve hablando con ella.” —pensó para si mismo mientras Obanai y Sanemi llegaban al lugar—.
—¿Cómo ha estado? No lo veo hace varias semanas.
—Bien, he tenido bastantes misiones, pero nada difícil para el extravagante pilar del sonido. —este se rascó la barbilla algo asustado, pues Obanai lo estaba mirando.— ¿Ese de allá no es Iguro? —preguntó haciéndose el sorprendido, pues sabía que Mitsuri iría corriendo donde el—.
—¿Encerio? —volteó y lo vió junto a Sanemi, venían recién llegando.— ¡Iguro-san! —dijo mientras se acercaba con una sonrisa.— ¡Buenos días, Iguro-san!
Los pilares de la serpiente y el viento se quedaron en silencio, Mitsuri había interrumpido su conversación y era un tema que no podía saber nadie más. Sanemi se cruzó de brazos, esperando a que Mitsuri se fuera.
—Buenos días, Kanroji. —habló seco.— ¿Podrías dejarnos solos por favor? —Preguntó sin mirarla—.
—Oh... Claro... —su sonrisa desapareció en ese mismo instante, solo se dió la vuelta y se fue otra vez con Tengen—.
Sanemi miró está escena algo sorprendido pero orgulloso de su amigo. Después de que la chica se fuera, el río levemente y miró a Obanai.
—Vaya, parece que la princesita ya no te causa nada.
—No me cambies el tema. Tienes que invitarlo a cenar o algo. —dijo remarcando el "tienes". Apuntó a Sanemi con su dedo.— Está es tu oportunidad de hacerlo, ¿cuando volverás a verlo después de esta reunión?
—Uh, no lo sé. —respondió encogiéndose de hombros—.
—¡Exacto! No lo sabes, entonces aprovecha esta oportunidad. —Iguro no habló muy alto, pero logró llamar la atención de los presentes—.
—¡Baja la voz, idiota! —le dió un puñetazo en la cabeza a Obanai, pero no con tanta fuerza, solo para que bajara la voz—.
—Si, si. ¿Pero lo vas a hacer o no?
—Está bien, lo haré. —dijo entre dientes—.
—Entonces solo hay que esperar a que llegue.
—Lo invitaré a cenar, pero, solo si tú también invitas al gritón. Así no estaré solo. Y que no sea formal, en mi finca o en la tuya está bien.