Sanemi asintió cuando Giyū hizo mención al festival, agarró una billetera y un pequeño sobre que estaban en su mesa de noche.
—Esta vez no me voy a quedar a dormir en tu finca, ¿verdad? —preguntó mientras caminaba fuera de su habitación—.
—Mmm… —se encogió de hombros.— No lo creo, ¿por qué?
—Era para dejarles comida a los perros. Pero ya que no me quedaré contigo, voy a darles comida cuando volvamos. —Dijo, y el mayor asintió en respuesta—.
Se dirigió hacia la puerta principal, agarrando las llaves que estaban colgadas.
—Vamos.
—Okay. —Tomioka lo siguió, salieron de la residencia y caminaron un rato hasta llegar a los pies de una montaña, un pueblo cerca de un gran río estaba totalmente decorado con carteles neón y niños corriendo por todas partes. Los negocios estaban abiertos, las tiendas también, habían atracciones gigantescas por todas partes. El rostro de Sanemi se iluminó de la emoción.— ¿Dónde quieres ir primero, Shinazugawa? —preguntó al notar su entusiasmo—.
—No lo sé, este lugar en inmenso.
—Pareces bastante impresionado, ¿no habían venido a algún festival antes?
—Si lo he echo, pero no por el mejor motivo… —agachó un poco la mirada.— Igual me preocupaba más de cuidar a mis hermanos y hermanas.
—¿A qué te refieres? —puso su mano en el hombro de Sanemi.— Si no te sientes cómodo diciéndome, no importa.
—No te preocupes, además, no es el mejor momento para hablar de cosas malas, disfrutemos. —sonrió y colocó su mano encima de la de Giyū—.
—Está bien, dejémoslo para otro momento entonces. —le devolvió la sonrisa, agarró su mano y comenzó a caminar por el lugar—.
El albino estaba encantado con todo lo que había, sus ojos se iluminaron aún más cuando vió un puesto con joyas.
—Veo que te llamó la atención algo.
—Uh, no nada. —respondió avergonzado por actuar tan infantil—.
—Vamos, Sanemi, ¿que quieres ver? —levantó la barbilla de Sanemi e hizo que lo mirara a los ojos—.
—“¿"Sanemi"?” —se preguntó, era insuual que actuase así. Se ruborizó ligeramente pero finalmente apuntó el puesto que había visto. Tomioka asintió y aún tomados de las manos, se dirigió hacia allí—.
—¿Que te gusta?
—No te apresures, estoy viendo todavía. —agarró unos collares identicos, ambos tenían una gema con forma de circulo en medio. A pesar de su nula percepción de los colores, pudo notar que uno era azul.— Estos.
—Uno es azul y el otro morado. —dijo en voz baja cerca de Sanemi—.
—Gracias. —sonrió ligeramente, supo que Giyū se había acordado de su problema a la vista.— Me gustaron estos. ¿Y a ti te gustó algo?
—Estaba viendo esto. —le mostró un broche para el cabello, era de color dorado con esmeraldas de color verde llamativo. Se lo colocó a Sanemi en la cabeza y luego pagó las cosas.— Oh, y también compré un anillo que me gustó. —mostró su mano mientras caminaban, era de color negro, también con gemas azules—.
—Es bastante bonito. Y gracias por el regalo, Giyū. —volvió a entrelazar sus dedos, continuaron caminando hasta un puesto de comida. Pidieron unos pastelillos de merengue, el del peliblanco tenía chocolate y el de Tomioka arándanos—.