XI SEUNGCHEOL

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Levanté la vista de un pequeño montón de diamantes en mi escritorio y me aparté el cabello cubriéndome los ojos. Mi padre se encontraba en la puerta de mi despacho; su postura era relajada y abierta, una camaradería evidente entre nosotros después de las últimas semanas de mi comportamiento impecable.

Colocando la lupa en un estuche de terciopelo en frente de mí, sonreí.

—¿Necesitas algo?

Seungmin ladeó la cabeza hacia el pasillo.

—Sólo una palabra. Todos hemos estado ocupados con los preparativos esta última semana. Creo que hay organizada una sesión informativa, ¿no?

Mi mente me recordó los planes que habíamos hecho. La estricta línea del tiempo para que Jeonghan fuera nuestro de nuevo. La represalia que habíamos programado para alejar el interés desvaneciéndose en el nombre de mi familia. Joshua estaba perdiendo poder a medida que pasaba cada día. Las redes de comunicación sociales eran una bestia salvaje que aullaba por sangre, pero duraba poco, moviéndose rápidamente hacia el chisme más jugoso.

Cuanto más esperábamos, menos era el poder que tenían los Yoon. También fortalecimos nuestras alianzas con la policía local, quienes aseguraron que se mantendrían fuera de nuestro camino en esta ocasión, de lo contrario... bueno, sabían lo que sucedería.

Recogiendo los diamantes en una bolsa suave y colocándolos en el cajón de arriba, no me preocupé de que había más de trescientas mil libras por valor de piedras entre plumas y bolígrafos estilográficos.

Pasando al lado de Seungmin, me toqueteé el bolsillo para asegurarme de que tenía mi frasco conmigo. El sonido reconfortante sonó, y con otra sonrisa, mi padre y yo caminamos lado a lado a través del ala de soltero, por la escalera de piedra, y hacia su oficina en el segundo piso.

Mis ojos se posaron en la puerta de Seungkwan. No había visto a mi hermano de nuevo. No me gustaba estar alejado de él, pero no quería nada de dramatismos tontos ahora. No tenía sentimientos de sobra. Era su problema no el mío. No pensaría en ello.

Al momento en que quedamos encerrados y aislados en su despacho, hizo una seña a su alijo privado del raro coñac Rémy Martin.

—Por favor, sírvete tú mismo una copa.

—¿Quieres una? —pregunté, yendo al pequeño bar y descorchando la botella. Mi boca se hizo agua mientras una cantidad generosa salpicaba una copa de cristal.

Seungmin se sentó en su sillón negro favorito y puso los pies sobre la mesa de centro que albergaba los huesos blanqueados de Wrathbone, su perro. Mis dedos se movieron alrededor de la botella al tiempo que recordaba la última vez que Jeonghan estuvo aquí. Habíamos hecho la Marca; tatué mis iniciales sobre su cuerpo.

—Por favor. —Seungminse relajó en el cuero. Nuestra relación se había vuelto altamente civilizada, hombre de negocios con hombre de negocios en vez de un hijo delincuente y un padre decepcionado—. Libéralo también por mí, ¿quieres?

Coloqué mi copa en la mesa de café, acercándome a la ventana y hacia el hermoso pájaro posado en su plataforma.

—Hola, Finch. —Acaricié el pecho del halcón mascota de Seungmin.

El pájaro se pavoneó bajo mi atención. Sus plumas otoñales brillaban bajo la luz del sol menguante, y sus ojos pequeños y brillantes
permanecían ocultos bajo su tapa cegadora. Una vida verdaderamente horrible pasar tantas horas de vigilia en la oscuridad.

La sedosidad de las plumas de Finch me llevó a un trance. Era curioso pensar que los tres hijos de Choi Seungmin tenían apodos de aves de presa, sin embargo, él nunca los utilizaba. Ser el presidente de los Diamantes Negros significaba que utilizaba su nombre de la hermandad. Sin embargo, su apodo siempre me había asustado de niño. Podía imaginarlo pelando los huesos del cadáver de su enemigo, al igual que su homónimo: el buitre. Choi "Buitre" Seungmin. Le quedaba bien.

Tercera Deuda (D.S #4) JeongcheolWhere stories live. Discover now