La vida tomó un ritmo temporal.
Durante el día, cosía o pasaba el rato con los hermanos Diamantes Negros aprendiendo todo lo que podía sobre quilates y técnicas de minería. Me dijeron donde se encontraban las minas.
Memoricé la riqueza extraída de cada lugar y la marca que cortaban con láser en cada piedra. Por la noche, alejaba oleadas de vértigo poco frecuentes y hacía nuevos diseños que nunca se crearían.
Aprendí que cada pocos meses, un hermano Choi viajaba a Brasil, África o Tailandia para inspeccionar las minas y evaluar los gerentes que dejaban a cargo. Iban con un séquito de su hermandad, que servía de ayuda, disciplina y protección.
Me equivoqué cuando pensé que los únicos hermanos en los Diamantes Negros eran los que me lamieron en el almuerzo de bienvenida. Había divisiones de todo el mundo, todo el control del imperio que pertenecía a Choi Seungmin.
Y pronto a Seungcheol.
Después de nuestra noche juntos, las cosas se tornaron extrañas entre nosotros. Me evitaba tanto como le era posible. No venía a mi habitación. No me buscaba para correr por la mañana. Y cuando nos encontrábamos en el comedor con su familia en el desayuno, encontraría temas para discutir con su padre y ser detenido por mucho más tiempo del que podía esperar.
Sus ojos, que una vez brillaron intensamente con lujuria y unión, se tornaron muertos, sin vida. Cada pocas horas, tragaría una píldora blanca y me daría una sonrisa que decía cien cosas a la vez.
Créeme. Espérame. No me odies.
Los hermanos Diamantes Negros continuaron siendo amables y generosos. Si me encontraba con ellos en la biblioteca, charlábamos como viejos amigos. Si me encontraba con uno de ellos en los pasillos, discutiríamos del tiempo y cualquier cotilleo de información interesante.
Nunca fui a visitar Seungkwan de nuevo, y mi hermano y padre nunca cesaron en su lucha para lograr que contestara. Nunca estuve rodeado de tanta gente, todo afectaba mi vida en una pequeña medida.
Cada vez que me movía a través de Hawksridge, llevaba mi daga, colocada en mi cintura o escondida en el ligero alrededor de mi pierna.
Vi a Minhyun una vez sola, fue cerca de las nueve de la noche. Me sorprendió regresando a mi habitación después de visitar la cocina por un poco de jugo de naranja.
Entonces supe por qué Seungcheol estaba tan lívido de que recorriera la casa buscando sus habitaciones. La mirada en los ojos de Minhyun apestaba a violación e ilegalidad. Su promesa entre dientes cuando hicieron la primera marca regresó en volumen total. "En el momento en que estés solo..."
Se acercó a mí, con una mueca en los labios. No pensé, simplemente reaccioné. Le tiré el vaso a la cara, salpicando jugo de naranja en las alfombras irremplazables y corrí de nuevo a la cocina.
Y allí me quedé hasta que Vernon regresó de una entrega tarde por la noche y me acompañó de regreso a mi habitación.
No le dije a Seungcheol lo qué pasó, pero debió verlo en las cámaras, porque al día siguiente me encontró y susurró que a partir de ahora sus habitaciones estarían cerradas. Que no tenía sentido ir a él porque no me dejaría entrar.
Sabía que lo hacía por mi protección, para que dejara de patrullar imprudentemente los pasillos, pero al mismo tiempo, me mataba pensar que la única oportunidad de que pudiéramos estar juntos había sido alejada al igual que el resto.
La dinámica en Hawksridge Hall cambió. Seungmin se acercó considerablemente a Seungcheol. Los atrapé riendo juntos una tarde y su padre le dio palmaditas en la espalda la siguiente. Cuanto más fuerte se volvía el vínculo entre padre e hijo, más pasaba a segundo plano Mingyu.
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Tercera Deuda (D.S #4) Jeongcheol
Fanfiction"Él me sanó. Me destrozó. Me liberó. Pero estamos en esto juntos. Terminaremos esto juntos. Las reglas de este antiguo juego no pueden ser quebrantadas." Yoon Jeonghan ya no se reconoce a sí mismo. Dejó a su amante, su coraje y su promesa. Dos deuda...