XV SEUNGCHEOL

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Amanecer.

El nuevo sol pintó el cielo de un color rosa brillante mientras conducíamos bajo la portería de la entrada de Hawksridge. Mingyu y Vernon aceleraron, alejándose por el largo camino de la entrada.

Reduje la velocidad, estabilizando la moto y el peso de Jeonghan detrás de mí.

Su torso pegado contra mi espalda, sus caderas tan cerca de las mías como sea posible. Era exactamente lo contrario a la primera vez que lo recogí.

De vuelta en Tokio, había sido respetuoso en su miedo. Mantuvo distancia y no trató de romper mis paredes cuidadosamente construidas. Ahora, me estaba molestando al tomarse libertades a las ya no se encontraba autorizado. Sus manos no dejaron de vagar mientras conducía por las autopistas y caminos rurales. Su calor se filtraba a través de mi chaqueta, calentando la piel debajo.

Pensaba que las cosas eran las mismas, que en secreto quería que me tocara.

No podría estar más equivocado.

Deteniendo mi moto, planté mis pies en la carretera y me giré para mirarlo.

—Voy a darte una elección.—Quitando de un tirón sus brazos de mi cintura, sostuve en alto una venda que metí en el bolsillo.

Frunció el ceño, sus ojos parpadeando hacia la colina donde la carretera desaparecía hacia Hawksridge.

—¿Qué opción?

Frotando la seda entre mis dedos, dije:

—Puedo, ya sea vendarte los ojos o no. Todo depende de ti.

Seungmin confiaba en que este encarcelamiento sería mucho más suave que el primero, pero aún no quería que conociera el camino fuera de la finca, a menos que diera una garantía.

Sonreí.

—Decida, señor Yoon.

—¿Cómo es que depende de mí? Y, además, vi el camino cuando la policía me llevó.

—Muy bien. —Dejé caer la venda de mis dedos a su muslo—. ¿Vas a tratar de huir de nuevo? ¿O has aceptado que tu casa está ahora conmigo?

No quería decirlo de esa manera. Quería decir tenía que aceptar que moriría en esta finca. Que su vida allá afuera, su casa en Seúl, se ha terminado, acabado. Para siempre.

La mirada de Jeonghan se encontró con la mía. Lo sentí probando mi alma en busca de respuestas y esperanza.

No tenía que detenerlo o esconderme. No había nada adentro que no debería estar ahí. Ya no.

Estaba orgulloso de en quién me volví. Y eso era todo gracias a las pequeñas pastillas blancas en mi bolsillo.

Después de un largo minuto, respondió:

—Mi casa es contigo, Kite. Sé eso. Creo que siempre lo he sabido.—Se lamió el labio inferior—. No huiré. No te dejaré. No otra vez. Lo que sea que pasó contigo en las últimas semanas, estoy dispuesta a mirar más allá, porque sé que lo que encontramos juntos es verdad y esto... —Ondeó una mano como si lo hubiera ofendido—. Esto es una mentira que no me creo.

Mi corazón dio un pequeño salto antes de volver a su caparazón invernal. Su poder sobre mí se había ido. Simplemente había sido probado y demostrado.

—No tienes que creer nada para que sea verdad.

Suspiró.

—No, pero puedo esperar.

—La esperanza es tan inútil como el amor, señor Yoon.

Poniendo la venda de vuelta a mi bolsillo, encendí la moto y retomamos la poca distancia a casa.

Tercera Deuda (D.S #4) JeongcheolWhere stories live. Discover now