Esa misma noche, trabajo hasta tarde en el bar.
Sebastian y yo nos fuimos de la casa de Rhett unos pocos minutos después de que Chloe y yo termináramos de jugar a las Barbies. He estado hasta este momento pensando en lo que la niña me dijo antes de que mi novio nos interrumpiera para avisarme que ya podíamos irnos.
«Yo sería superfeliz si tú y Rhett fueran novio y novia.»
La vocecita de Chloe retumba en cada rincón de mi cabeza.
Ahora mismo, me encuentro apoyada en la barra, con las manos sosteniendo mi rostro y observando un punto fijo en el suelo con la vista desenfocada. Y pensando. En todo lo que sucedió esta tarde, en todo lo que sentí esta tarde.
—Becks, mesa 10 —alguien detrás de mí me habla.
Me doy la vuelta de golpe, sobresaltada.
Emily, una de mis compañeras de trabajo, me mira con las cejas levantadas. Al parecer ya ha intentado llamar mi atención antes, pero yo estaba demasiado ocupada pensando en el mejor amigo de mi novio.
Mierda, Becca, ¿qué te sucede?
—Sí, voy —me muevo velozmente para salir de detrás del mostrador y encaminarme hacia la mesa diez.
No hay gente en la barra, pero las mesas están repletas. Incluso hay personas esperando afuera a que alguna se desocupe. A partir de los jueves, Oasis está lleno. No me extrañaría tener que quedarme dos horas más tarde de mi horario de trabajo solo porque no podemos echar a los clientes aunque sea hora de cerrar.
Me acerco a la mesa diez, donde un grupo de adolescentes menores, con los que seré capaz de pelearme si se les ocurre pedir alcohol, hablan entre ellos a gritos y carcajadas.
—Hola, buenas noches —les digo, tratando de que me presten atención. Todos se callan enseguida y me miran—, ¿puedo tomarles el pedido?
Uno de los chicos me observa de arriba abajo. Diría que casi puedo notar un hilo de baba cayendo por la comisura de su labio.
Mierda, odio a los adolescentes hormonales.
—Quiero una hamburguesa «Oasis» —dice otro de los chicos—, sin lechuga.
Asiento con la cabeza y saco mi libreta del bolsillo para anotar su pedido.
Maldigo entre dientes al percatarme de que he traído del mostrador la libreta equivocada. Puta madre, esta es la mía. La de mis poemas y pensamientos.
En la que no he dejado de anotar cosas desde que salí de la casa de Rhett.
Me encuentro con lo que escribí hace un rato, aquí mismo, apoyada en la barra antes de abrir el bar.
Nos encontramos por casualidad...
La cierro de inmediato con firmeza y la guardo enseguida, insultándome a mí misma por ser tan despistada y, a la vez, por haber escrito... todo lo que escribí.
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Cruzar la línea [¡YA EN FÍSICO!]
Dla nastolatkówACTUALIZACIÓN TODOS LOS MIÉRCOLES Y VIERNES - 𝗕𝗘𝗖𝗖𝗔 Mi vida en Los Ángeles gira en torno a mi trabajo de barwoman, las clases de la universidad y las tardes de estudio extremo para convertirme en psicóloga. No tengo tiempo para nada más. Apen...