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Con el corazón latiendo en la garganta, entro a la casa de Rhett después de que él me deja pasar primero

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Con el corazón latiendo en la garganta, entro a la casa de Rhett después de que él me deja pasar primero.

Rhett enciende las luces y deja la llave del vehículo sobre uno de los muebles. Yo no me muevo. Estoy de pie a su lado, quieta, esperando... algo, no lo sé. ¿Quizás que me dé permiso de caminar por su casa?

Qué absurdo.

Me pregunto si no se siente solo, tal vez, en una casa así de grande solamente para él.

—Ven —dice, señalando hacia adelante con la cabeza.

Lo sigo y ambos subimos las escaleras hasta llegar a la puerta de su habitación. Toso ligeramente y, de nuevo, mis manos empiezan a temblar mientras sostengo mi bolso.

—¿Una camiseta y un pantalón corto está bien? —me pregunta.

Estoy como en modo avión. Apenas sí he comprendido su pregunta.

Ah, sí, la ropa que va a prestarme.

—Sí, sí —afirmo enseguida y bajo la cabeza. Dios, nunca he estado tan nerviosa—, lo que sea está bien.

Rhett sonríe con los labios juntos, entra a su cuarto y yo me permito respirar al fin. Aguardo unos segundos en el pasillo con el bolso tomado entre mis manos y las rodillas inquietas. Él sale un instante después con una camiseta blanca y un short deportivo negro, que a mí me llegará hasta las rodillas o más, y de su hombro cuelga un toallón y una toalla.

Me pide la ropa mojada que tengo en el bolso para lavarla, se la doy y él me entrega las cosas. Yo tardo en tomarlas... solo por estar demasiado distraída.

—Aquí tienes —dice, y yo agarro lo que me está dando con torpeza. Lo sigo en silencio cuando se dirige al baño y abre la puerta—. Tienes shampoo y acondicionador en la repisa —señala una repisa de mármol que debe costar más que todo mi baño—, más toallas limpias en el cajón por si las precisas —señala el cajón debajo del lavabo—, y —presiona un botón que se encuentra debajo de la tecla de la luz— ya está encendido el calefactor eléctrico. Hace un frío de la mierda.

Esa última frase consigue sacarme una sonrisa que casi no se nota.

—Gracias, Rhett. —Contesto, alzando la vista hacia él—. En serio, te lo agradezco mucho.

Él inclina la cabeza.

—No es nada —responde, sonriendo con sutileza—. Si necesitas algo más, me avisas.

Afirmo con la cabeza, sonriendo forzosamente con los labios apretados. Antes de que mi corazón estalle, entro al baño con la vista gacha y cierro la puerta.

—Uf —bufo para mí misma.

Uf.

Mi pecho sube y baja con rapidez. Estoy apoyada en la puerta, respirando hondo. No puedo tranquilizarme por mucho que lo intente. Estoy tan nerviosa que todo mi cuerpo arde de calor y el sudor se ha acumulado entre mis pechos y en mi abdomen.

Cruzar la línea [¡YA EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora