Salgo del entrenamiento con las piernas cansadas, el cuerpo adolorido y las manos repletas de pega.
Pero, sobre todo, con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.
Aún me cuesta asimilar que esto en verdad está sucediendo. Que estoy en el equipo de USA Team Handball, que Maxwell y Natalie están entrenándome, que estoy jugando en la cancha de local que he pasado años viendo por televisión y redes sociales.
Hace más de una semana que empecé a entrenar con ellos y no ha habido ni una mañana en que despierte y no crea que todo ha sido un sueño.
Porque lo es. Es un sueño. Mi sueño.
Y se ha hecho realidad.
Mierda.
Se. Ha. Hecho. Jodidamente. Realidad.
Les he contado a mis padres y he almorzado con ellos hace unos días. Estaban felices por mí pero, por supuesto, no faltó la conversación de siempre: la empresa.
Que cómo iba a manejarme con los tiempos, cómo me estaba yendo en la universidad y cómo haría ahora con las clases, ya que tenía que entrenar el doble de horas de lo que solía hacerlo.
Traté de evadir el tema y sin más hablé sobre la selección, sobre la entrevista y sobre los entrenamientos. Logré llevarlo bastante bien, creo, y sé que están felices por mí... aunque no puedan aceptar que ese sea el futuro que he elegido.
Supongo que, en otro momento, intentaré ser honesto con ellos y, quizás, llegar a un acuerdo entre el handball y la empresa.
Después de saludar a todos mis compañeros de equipo —con los que ya estoy intentando integrarme, además de Harry— me dirijo al buffet para comprar una Powerade azul. Necesito más hidratación que la botella de un litro y medio de agua que he bebido durante estas dos horas.
Los entrenamientos —tanto físicos como los de cancha— son tan duros e intensos que nadie pensaría que aún nos quedan varios meses hasta las eliminatorias de los Juegos Olímpicos, que se harán en París el año entrante.
Y, aunque estoy jodidamente fascinado con la selección, admito que uno de estos días iré a Los Ángeles Club. Mierda que extraño a mi equipo y a Joseph.
Miro la hora en mi teléfono y entro rápidamente a mi vehículo cuando me percato de que tengo tan solo quince minutos para buscar lo que encargué. La tienda dijo que podía llevarlo hasta mi casa, pero no me costaba nada ir hacia allá y traerlo yo mismo.
Sonrío involuntariamente al imaginar la cara de Becca cuando vea el regalo.
Es algo que incluso muchos creerían insignificante y que cualquiera podría obsequiarle, pero sé cuán importante es para ella y odio la idea de que se quede sin páginas en la suya.
Espero que le guste la libreta que le compré.
Planeo dársela este fin de semana, cuando termine de decorarla.
Quiero que cada detalle le haga saber cuánto me importa.
Le he contado a Chloe y ha amado la idea. Adora tanto a Becca que a veces me cuesta creer lo mucho que han conectado.
Verlas tan unidas significa el mundo para mí.
Suspiro, sonriendo, y pongo el vehículo en marcha.
Conduzco por las calles de Los Ángeles rogando que le guste el regalo.
Y rogando que diga que quiere lo mismo que yo.
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Cruzar la línea [¡YA EN FÍSICO!]
Teen FictionACTUALIZACIÓN TODOS LOS MIÉRCOLES Y VIERNES - 𝗕𝗘𝗖𝗖𝗔 Mi vida en Los Ángeles gira en torno a mi trabajo de barwoman, las clases de la universidad y las tardes de estudio extremo para convertirme en psicóloga. No tengo tiempo para nada más. Apen...