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Me paso la semana entera pensando en Becca

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Me paso la semana entera pensando en Becca.

La novia de mi mejor amigo ha estado rondando en mi cabeza desde el día del entrenamiento de muestra a los reclutadores. No dejo de pensar en nuestra confrontación, en la discusión que terminó con ella prácticamente llorando y yo muriendo de ganas de abrazarla y pedirle perdón.

No debí habérselo dicho. No debí haber mencionado lo que leí en su libreta.

Fui un idiota. Fui un jodido idiota.

¿Qué pensaba? ¿Que por recitar un puto verso de ese poema ella caería rendida a mis pies?

Mierda, quizás ese escrito ni siquiera era para mí. Quizás fue mi imaginación y lo único que ella siente por mí es odio. Quizás he estado viviendo una realidad paralela al creer que ella se siente igual de atraída por mí que yo por ella.

Es la novia de Sebastian.

Es la maldita novia de mi mejor amigo de toda la vida.

Y ha estado volviéndome loco desde la noche en que la conocí.

—Noooo —se queja Chloe con su voz aguda, mientras rueda los ojos y sacude su Barbie—, te dije que mi Barbie es princesa y la tuya es cantante. —Me explica como por décima vez, y se cruza de brazos.

Me acomodo en la alfombra de mi sala, donde hemos estado sentados por un largo rato jugando a las Barbies. O intentándolo, mejor dicho, porque ella ya ha inventado más de cinco historias diferentes y yo apenas he podido seguir las primeras dos.

Hoy me ha tocado cuidar a Chloe por segunda vez en la semana. Mis tíos me han preguntado si podían dejarla conmigo otro día más además del pactado porque ellos, como unos de los cirujanos más prestigiosos de Los Ángeles, debieron atender varias cirugías de emergencia y participar en reuniones importantes en el hospital.

Por supuesto les dije que sí.

Chloe es una de las personas más valiosas para mí, ocupa un lugar muy especial en mi vida y es como la hermanita que siempre quise y jamás tuve.

Estoy seguro de que una de mis misiones en la vida es estar para ella y hacerla feliz... al menos hasta que crezca, se convierta en una adolescente y ya no me soporte. Pero aún falta un tiempo para que eso suceda, así que...

—¿Qué la mía no era cocinera? —le pregunto, analizando el atuendo de mi Barbie, el cual, claramente es una casaca de chef.

Mi primita niega rotundamente con la cabeza.

—No. —Dice, y me arrebata la Barbie de las manos—. Esto —señala con el índice la casaca de chef de la muñeca— es un disfraz. Está dando un show.

—¿Vestida de cocinera? —consulto, sarcástico, riéndome.

—Ajá. —Contesta ella como si fuera lo más normal del mundo. Seguro en su cabecita de niña de cinco años tiene lógica—. Es como cuando tú te disfrazas con ese outfit feo y juegas hadboll.

Cruzar la línea [¡YA EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora