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¿Por qué habrán discutido?

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¿Por qué habrán discutido?

Esa pregunta no deja de repetirse en mi cabeza desde que vi a Becca irse furiosa del club después de hablar con Sebastian. Me quedo mirando hacia la puerta de entrada por donde se ha ido.

Parezco un imbécil.

—... Y no supe qué más decirle. ¿Tú que opinas?

Giro la cabeza hacia Cat apenas la escucho. Olvidé por completo que me estaba hablando... ¿de qué carajos me está hablando?

He perdido el hilo de la conversación desde que vi a Becca salir del club así de enojada.

Aún no puedo creer que le haya dedicado ese último gol. Ni siquiera sé por qué lo hice.

O por qué busqué su rostro entre toda la multitud apenas el marcador llegó a 0, por qué busqué su mirada, por qué necesité saber que estaba viéndome.

Fue un impulso dedicarle el gol ganador. Un impulso estúpido que debí haber contenido.

—Eh, sí —afirmo a lo que sea que Cat me haya dicho. Mierda, tengo que enfocarme en algo, cualquier otra cosa, menos en la novia de mi mejor amigo—. Sí.

—¿Sí... qué? —pregunta, confundida. Ay, puta madre, ¿no era una pregunta de «Sí o no»?

Meneo la cabeza. Me obligo a no hacerle caso a esa sensación en mi pecho que me grita que salga corriendo por esa puerta y vaya tras Becca.

¿Qué carajos acabo de pensar? ¿Qué mierda ocurre conmigo?

—No, mierda —digo, y suspiro—, lo siento, me perdí —trato de reír, pero Cat parece notar mi incomodidad—. Estoy jodidamente cansado. Necesito una ducha.

Mi amiga me sonríe con los labios juntos y afirma con la cabeza. Luego, me da un abrazo y palmea mi espalda.

—Lo mereces —dice, aún rodéandome con sus brazos—, felicitaciones, Rhett. Has demostrado una vez más que, incluso después del incidente, sigues siendo el mejor.

Río por la nariz. Mis ojos se humedecen.

Cuando recuerdo la razón por la que estoy aquí y no jugando en la selección nacional, siento como si me clavaran una navaja en las costillas.

La fractura-luxación de mi rodilla.

La jodida lesión que me quitó un año de practicar el deporte que amo con todo el corazón.

Fue horrible comenzar de cero, apenas haciendo movimientos luego de todo el proceso post-operación. Llevé durante meses la férula en mi rodilla y, cuando finalmente me la quitaron, empecé la rehabilitación, que duró mucho más tiempo del que pude soportar.

En menos de un mes se cumplirá un año de mi regreso a la cancha, de vencer el miedo de lastimarme de nuevo y el terror de haber pensado que no podría jugar nunca más.

Cruzar la línea [¡YA EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora