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Daemon condujo con los nudillos blancos de apretar el volante, su ira creciendo con cada kilómetro que recorría. Cuando llegó al apartamento de Harwin, el panorama que encontró solo alimentó su furia. Los muebles de Rhaenyra estaban esparcidos por la calle, algunos ya arruinados por la intemperie, otros siendo arrastrados por desconocidos que se llevaban lo que podían.
Daemon sabía que lo que Rhaenyra y él habían hecho estaba mal, pero lo que Harwin hacía tampoco estaba bien. ¿Así decidía él demostrar su frustración? ¿Arruinando las cosas de la mujer que una vez amó? ¿Tirando incluso libros que a ella le había costado comprar a la calle para que se arruinaran?
Daemon salió del auto con una energía oscura, su mirada fija en la puerta del apartamento. Subió los escalones de dos en dos, la furia burbujeando en su interior como lava a punto de estallar. Cuando llegó a la puerta, no se molestó en ser sutil. Tocó con fuerza, el golpe resonando en el pasillo vacío.
La puerta se abrió con un chirrido, revelando a Harwin con una expresión cansada, probablemente estaba sufriendo, pero eso a Daemon no le importaba. Harwin apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Daemon irrumpiera en el apartamento, cerrando la puerta detrás de él con un empujón.
- ¿Qué demonios cree que hace comandante?- gruñó Harwin llamándolo como solía llamarlo en el ejército, como si olvidara que él mismo había hecho que lo despidieran. Harwin dio un paso amenazante hacia Daemon, pero el otro hombre no se inmutó.
—¿Qué demonios creo que estoy haciendo? —repitió Daemon, su voz peligrosamente baja—. Yo te pregunto a ti, ¿qué demonios te crees tú que estás haciendo, humillando a Rhaenyra de esa manera? Tirando sus cosas como si no valieran nada, como si ella no valiera nada. ¿Tienes idea de lo que has hecho?- gritó Daemon furioso.
Harwin apretó los dientes, su propio enojo comenzando a hervir.
—No vengas a decirme lo que puedo o no puedo hacer. Ella se lo buscó. Ni siquiera se despidió, se fue como si yo no fuera nada. ¿Y qué hizo? Saltó a tu cama en cuanto pudo, como la maldita traidora que es- dijo Harwin mordiendo tras sus dientes un insulto aún peor.
Daemon avanzó hacia Harwin, su rostro torcido en una mueca de pura ira.
—No te atrevas a hablar de ella así —escupió Daemon, sus ojos brillando con un fuego amenazante—. No tienes derecho a tratarla de esa manera.
Harwin no retrocedió, su propio dolor nublando su juicio.
—¿Crees que puedes venir aquí y sermonearme? ¿Después de lo que tú y ella han hecho? Ella rompió nuestro hogar, nuestra vida juntos, y no le importó romper tú familia también- dijo Harwin mirando a Daemon.
Daemon se acercó aún más, su voz ahora apenas un susurro peligroso.
—Lo único que sé es que te atreviste a humillarla, a tratarla como si no fuera nada. Y eso, Harwin, es algo que nunca te perdonaré- advirtió Daemon cansado ya de Harwin y sinceramente cansado de Laena. ¿Qué más querían ellos? ¿Qué más pretendían que él y Rhaenyra pagaran?
Harwin empujó a Daemon, pero este no se movió. La tensión en el aire era insoportable, una tormenta a punto de desatarse.
—¿Y qué vas a hacer al respecto, Daemon? —desafió Harwin, con el rostro enrojecido, claramente había bebido—. ¿Vas a golpearme? ¿Vas a hacerme pagar por lo que hice? Adelante, intenta. No cambiará nada. Ella pronto te dejará también, porque ella no es capaz de amar a nadie más que a sí misma.
Eso fue suficiente para romper la última cuerda de contención en Daemon. Con un rugido de ira, lanzó un puñetazo que se estrelló contra la mandíbula de Harwin, enviándolo hacia atrás. Harwin se recuperó rápidamente, devolviendo el golpe con la misma intensidad.
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Rutas prohibidas (Daemyra)
RomanceRhaenyra, atrapada en una relación cómoda pero rutinaria con Harwin, nunca imaginó que un simple viaje en Uber cambiaría su vida. Cuando Daemon, que trabaja como conductor de Uber, sigue la orden de ella de tomar un desvío, Rhaenyra se encuentra des...