Capítulo XVII

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¡Hola a todos! Y acá ya vamos en la recta final, na mentira quedan unos 6 caps jaksdja

No olviden comentar y votar jejeje.

¿Qué creen que pasará? Respondan esta pregunta al final jajaja

Besos y abrazos.

Rhaenyra había dedicado cada minuto de las últimas semanas a una búsqueda frenética, escudriñando documentos, interrogando a los pocos testigos que había logrado conseguir, y tratando de armar un caso lo suficientemente sólido como para enfrentar a Laena en el juicio. Sabía que las probabilidades no estaban a su favor, y que su única esperanza residía en su capacidad para desmantelar a Laena durante el interrogatorio. Pero en su interior, una duda latente la atormentaba; ¿sería suficiente? Cada día que pasaba, la incertidumbre crecía como una sombra, sofocándola, haciéndola cuestionar cada decisión que tomaba, cada pieza del rompecabezas que intentaba ensamblar.

Pero ella iba a ganar, podía hacerlo, ella sabía que era capaz, pero aún así, cada vez que no conseguía pruebas, las dudas la asaltaban.

Fue en medio de esa tormenta de pensamientos que recibió la llamada de su padre. La voz de Viserys, siempre tan familiar, sonaba extrañamente grave, cargada con un peso que no podía ignorar. Le pidió que fuera a su casa de inmediato, pues había algo importante que necesitaba decirle. Rhaenyra, aunque acostumbrada a las súbitas urgencias de su padre, sintió una mezcla de curiosidad y temor. Había aprendido a desconfiar de estas solicitudes, pero la seriedad en su voz la llevó a acudir.

Al llegar a la mansión, notó que la casa estaba envuelta en un silencio inusual. No había señales de Alicent ni de sus hermanos menores, lo que solo podía significar que una nueva disputa había estallado entre ellos. No era algo extraño en esos días; las grietas en la relación de Viserys y Alicent se hacían cada vez más profundas, y Rhaenyra sabía que esas tensiones no eran fáciles de reparar.

Viserys la esperaba en su estudio, una habitación cargada de historia, con paredes cubiertas de estanterías repletas de libros antiguos y cortinas pesadas que parecían absorber la luz. Estaba sentado en un sillón, las manos le temblaban ligeramente mientras sostenía una taza de té. Sus ojos, que normalmente reflejaban una calidez melancólica, estaban ahora oscurecidos por la culpa y el dolor. La invitó a sentarse frente a él, ofreciéndole una taza de té con un gesto casi ritual. Rhaenyra, percibiendo algo extraño en el ambiente, aceptó la taza, pero el temblor en las manos de su padre hizo que una punzada de inquietud la recorriera.

—Rhaenyra —comenzó Viserys, su voz apenas un murmullo, como si las palabras le pesaran en la lengua—, hay algo que necesito decirte, algo que he mantenido en silencio durante muchos años.

Rhaenyra sintió que un nudo se formaba en su estómago. Sabía que lo que su padre estaba a punto de confesar no sería fácil de escuchar. Algo en su interior le decía que lo que venía podría cambiarlo todo, pero no estaba preparada para lo que escuchó a continuación.

Viserys tomó un sorbo de su té, sus manos temblaban visiblemente mientras trataba de encontrar las fuerzas para continuar. Cuando finalmente levantó la mirada, Rhaenyra vio en sus ojos una mezcla de arrepentimiento y dolor tan profundos que la hicieron estremecerse.

—Recuerdas cómo, después de la muerte de tu madre, los Velaryon se quedaron cerca de mí, ¿verdad? —preguntó con una voz frágil, casi suplicante, como si reviviera un recuerdo que preferiría haber enterrado.

Rhaenyra asintió lentamente. Recordaba esos días, aunque el dolor de la pérdida de su madre la había cegado a gran parte de lo que sucedía a su alrededor. Aemma había dejado un vacío insustituible, y su padre había intentado llenar ese vacío de alguna manera. Pero mientras él hablaba, una sensación de temor se instaló en su pecho.

Rutas prohibidas (Daemyra)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora