Toma 33: No sabia que te ibas

144 9 2
                                    

Lo observé tocar cada acorde de la guitarra, su rostro reflejando no solo concentración, sino también una calma profunda

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Lo observé tocar cada acorde de la guitarra, su rostro reflejando no solo concentración, sino también una calma profunda. Era evidente que la música lo transportaba a otro mundo, uno donde solo existían él y su guitarra. Con cada nota, parecía más en paz, más lejos de todo lo demás.

De repente, sus ojos se encontraron con los míos después de tocar la última nota. Una sonrisa se formó en su rostro, y la mía no tardó en acompañarla.

—Vení —me dijo, su voz suave pero firme, con esa mezcla de mando y dulzura que siempre tenía cuando me hablaba.

Me acurruqué entre los brazos de Guido, sintiendo cómo su cuerpo me envolvía con una calidez que necesitaba desesperadamente. Su presencia era reconfortante, un refugio silencioso en medio del caos de mis emociones. Me acomodé más cerca, apoyando mi cabeza contra su pecho, donde podía escuchar el latido rítmico de su corazón. Ese sonido, tan constante y seguro, tenía un efecto calmante sobre mí, como si cada latido me recordara que aún estaba aquí, que no estaba sola.

Guido colocó su guitarra delante de nosotros, de manera que quedara apoyada en mis piernas mientras sus brazos largos y fuertes se extendían a ambos lados para seguir tocando. Sentí sus manos moverse con precisión y suavidad sobre las cuerdas, cada acorde vibrando a través de la madera del instrumento y resonando en mi cuerpo. Era como si la música fluyera directamente desde él hacia mí, conectándonos en un lenguaje silencioso que sólo nosotros entendíamos.

La manera en que me sostenía, con firmeza pero con una ternura inquebrantable, me hizo sentir segura, protegida. Sus dedos deslizándose sobre las cuerdas mientras yo estaba acurrucada contra su pecho creaban un contraste perfecto entre la fuerza de su abrazo y la delicadeza de su toque. Podía sentir su respiración en mi cuello, lenta y controlada, cada exhalación enviando una ola de calma por mi espalda.

—¿Me tocás esa canción que tanto me gusta de Taylor? —le pedí, girándome para mirarlo a los ojos. Sabía que la respuesta probablemente sería un no, pero también conocía la manera en que podía convencerlo.

Guido soltó una risita, sus labios curvándose en una sonrisa que iluminaba su rostro de una manera que nunca antes había visto.

—¿De verdad me vas a hacer tocar una canción de Taylor Swift? —preguntó con una mezcla de incredulidad y diversión, sus ojos fijos en los míos, llenos de una ternura que me sorprendió y me hizo sentir algo cálido en el pecho.

—Lo que uno tiene que hacer por vos —replicó con fingida resignación, aunque la sonrisa en su cara delataba que no le molestaba en absoluto.

Puse cara de puchero, sacando el labio inferior para exagerar mi pedido, y él soltó un resoplido, sacudiendo la cabeza como si estuviera ante una petición absurda. Pero sin decir más, sus dedos comenzaron a deslizarse sobre las cuerdas de la guitarra, arrancando las primeras notas de "Style".

La melodía suave y pegajosa llenó la habitación, y un escalofrío recorrió mi cuerpo, erizando mi piel. Siempre me pasaba lo mismo al escuchar esa canción; había algo en esos acordes que me tocaba de una manera especial. Guido tocaba con tanta facilidad, como si la guitarra fuera una extensión de él mismo, y cada nota resonaba con una precisión que me hipnotizaba.

La mejor parte de tener el corazón roto (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora