Toma 39: La mejor parte de tener el corazón roto

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Volteé la cámara hacia el imponente Big Ben, capturando su grandeza y el espíritu vibrante de Londres. Luego, regresé la vista a mi rostro, forzando una sonrisa para el video de Instagram. La pantalla mostró la fachada del icónico monumento mientras decía:

-No saben lo emocionada que estoy de estar acá. En unas horas les hago un room tour de la casa en donde me estoy quedando-

Finalicé la historia y sentí cómo una ola de mentiras recorrió mi cuerpo, produciéndome un escalofrío que el frío londinense no hacía más que intensificar. La emoción que expresé en el video no era genuina; era un intento desesperado de cubrir el vacío que me carcomía por dentro. Mientras decía esas palabras, me di cuenta de que no estaba realmente emocionada. La verdad era que una parte de mí había dejado atrás Argentina, había dejado a Guido y nuestra historia, y ahora me encontraba en un lugar desconocido, tratando de juntar las piezas rotas de una vida que había dejado atrás.

La distancia física no hacía más que acentuar la distancia emocional. Aunque estaba aquí, en una ciudad llena de oportunidades y promesas, no podía escapar de la tristeza que sentía por dentro. La realidad de mi partida se estaba asentando, y la verdadera magnitud de lo que había dejado atrás comenzaba a pesar en mis hombros. Cada rincón de la nueva ciudad me recordaba el hogar que había dejado, y el esfuerzo por parecer positiva en mis redes sociales no podía ocultar el dolor que llevaba en el corazón.

Me quedé mirando la pantalla de mi teléfono, consciente de que, mientras compartía mi nueva vida con el mundo, mi corazón seguía anclado en el pasado, en los recuerdos de Guido y en las decisiones difíciles que había tomado. Aquí, en esta nueva etapa, no podía evitar preguntarme si había tomado la decisión correcta o si estaba buscando un escape de un amor que, aunque complicado, era lo que realmente deseaba.

El sonido de mis zapatos contra el concreto de las calles de Londres resonaba en el vacío de la ciudad. Era un día frío, pero ese frío parecía realzar la belleza de Londres, haciéndola aún más deslumbrante de lo que ya era.
Ya hacía tres días que estaba en Londres preparándome para mi primera entrevista con Mariana, la manager del departamento de merchandising de VibeVault Merch. Tras unas conversaciones previas, en las que me explicó que tenía un proyecto en mente para mí y que sabía que encajaría a la perfección con mi perfil, no pude evitar entusiasmarme un poco, a pesar de la guerra interna que me atormentaba.

La única certeza que me ofrecía mi decisión de mudarme indefinidamente desde Argentina era la satisfacción de Laurel, mi ex jefa, quien me había felicitado por mi avance y me instó a no dejar escapar esta oportunidad única. Sin embargo, en las sombras de mi mente, siempre persistía esa pregunta inquietante: ¿qué habría sido de mí si hubiera elegido quedarme a su lado?

El frío del día no hacía más que intensificar el contraste con los recuerdos que se agolpaban en mi mente. Rememoraba aquellos momentos en los que me envolvía en sus abrazos, y la imagen de nosotros en el living se proyectaba vívida en mi memoria. Allí, él me abrazaba mientras tocaba la guitarra, y en esos instantes, el mundo parecía desvanecerse, dejando solo el eco de nuestra conexión.

Frente al edificio de VibeVault Merch, me detuve, sintiendo cómo el frío penetraba en mis huesos. Pero no era el frío del clima el que me afectaba; era el vacío helado que sentía en mi pecho, el frío de la incertidumbre. Allí parada, cuestionaba si este era realmente el lugar al que pertenecía, si esta decisión había sido la correcta, o si, en algún rincón del mundo, había dejado atrás una parte de mí que aún anhelaba ser parte de mi vida.

Un nudo se formó en mi garganta mientras avanzaba por el vestíbulo del edificio. Cada paso parecía resonar en el silencio abrumador que me envolvía. De repente, el silencio se hizo aún más profundo, y el único sonido que rompía la quietud era el de mi teléfono. Lo saqué de mi abrigo con una sensación de pesadez en el pecho y miré la pantalla, sintiendo una mezcla de anticipación y ansiedad.

La mejor parte de tener el corazón roto (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora