Toma 22: No sos diferente

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Agarré la copa de vino mientras observaba mi boceto a medio hacer con orgullo

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Agarré la copa de vino mientras observaba mi boceto a medio hacer con orgullo. Finalmente, las ideas para el look que Guido iba a usar en los Grammys estaban tomando forma después de casi entrar en pánico por no saber qué hacer. Miré la hora una vez más, dándome cuenta de que debería irme a dormir, pero la urgencia de terminar el boceto me mantenía despierta.

Mañana tenía una entrevista con la revista "Gente", donde hablaría sobre mi crecimiento y mi vida, con el objetivo de darme a conocer más. No estaba completamente segura de si era la decisión correcta, especialmente después de la avalancha de odio que había recibido en redes sociales por lo que pasó con Guido. Sin embargo, no podía dejarme paralizar por el miedo y echar atrás una oportunidad única.

Cuando decidí irme a dormir, un golpe en la puerta resonó en todo mi apartamento. Asustada y confundida, dudé en ir a ver quién estaba detrás, especialmente porque ni siquiera había llamado al portero. Supuse que había entrado porque la puerta estaba abierta, y era uno de esos días en los que el portero del edificio estaba ausente.

Con incertidumbre, tomé el picaporte de la puerta de entrada, tragué saliva y la abrí, revelando a la persona que estaba del otro lado.

Todo mi cuerpo se paralizó al verlo de pie frente a mí en ese estado. Un nudo en la garganta me impedía respirar con normalidad y una ola de angustia me invadió de inmediato. El miedo y la tristeza se entremezclaban, creando una sensación abrumadora y dolorosa.

Se trataba de mi hermano Tony, quien solía ser el pilar en el que me apoyaba en momentos difíciles. Pero ahora, estaba ahí, en una condición que jamás había imaginado. Llevaba ropa vieja y desaliñada, que parecía no ajustarse bien a su cuerpo adelgazado. Su piel estaba pálida y tenía un brillo febril en los ojos, que estaban rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando o sufriendo durante un largo tiempo.

El sudor perlaba su frente y sus manos temblaban ligeramente al aferrarse al marco de la puerta. Su aspecto reflejaba claramente los estragos que las drogas habían causado en él: la pérdida de peso era alarmante, su mirada era vacía y desorientada, y su postura estaba encorvada, como si cada movimiento le costara un esfuerzo monumental. El contraste con el hombre fuerte y seguro que recordaba de antes era desgarrador. Su presencia en mi umbral era un cruel recordatorio de las batallas perdidas y el dolor que había estado oculto detrás de su fachada.

Me quedé allí, paralizada, sin saber cómo reaccionar ante el desmoronamiento visible de mi hermano, quien había sido un símbolo de estabilidad en mi vida.

Hacía años que veía a Tony luchar contra las drogas, pero nunca quiso aceptar ayuda. A pesar de mis esfuerzos por interceder y ofrecerle apoyo, siempre terminaba cayendo de nuevo. Mi madre, agotada de ver cómo le robaba dinero para mantener su adicción, finalmente decidió echarlo de casa. Su rechazo fue definitivo, un punto de quiebre que marcó la distancia entre él y el hogar que conocía.

La mejor parte de tener el corazón roto (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora