Toma 9: Corazones turbulentos

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Hoy es el día

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Hoy es el día. El zumbido de la alarma me despierta antes del amanecer, y aunque tengo sueño, no puedo evitar sentir una mezcla de emoción y nervios. No es mi primera vez viajando con la banda, pero hay algo diferente en esta ocasión. Guido y yo, después del desafío en el parque de diversiones, hemos llegado a un entendimiento peculiar. No sé exactamente qué esperar de este viaje.

Empaco apresuradamente, asegurándome de no olvidar nada esencial. Mientras reviso por última vez mi maleta, me doy cuenta de que he guardado la brocha de maquillaje que siempre uso con Guido. Sonrío para mis adentros y la saco, recordando que no puedo maquillarlo más.

Cuando llego al aeropuerto, el bullicio es ensordecedor. Fans de la banda han llegado para despedir a Guido y a los chicos, y hay una energía eléctrica en el aire. Me abro paso entre la multitud, esquivando flashes de cámaras y gritos de entusiasmo. Finalmente, veo a Guido a lo lejos, rodeado por el resto de la banda. Está sonriendo, más relajado de lo habitual, y cuando nuestros ojos se encuentran, me dedica un leve asentimiento.

Si bien eran una banda conocida, no viajaban en vuelos privados, como mucho se sentaban en clase ejecutiva.

Una vez que estamos en el avión, descubro que me toca el asiento al lado de Guido. No puedo evitar sentirme un poco nerviosa al pensar en las horas que pasaré sentada junto a él. Me siento junto a la ventana y trato de ocuparme colocando mi bolso y sacando mis auriculares, pero no puedo ignorar la presencia de Guido tan cerca. Siento su perfume, una mezcla de vainilla y algo más fresco, y me da un ligero cosquilleo en el estómago.

Mientras el avión despega, ambos miramos por la ventana en silencio, viendo cómo la ciudad se aleja bajo nosotros. Estoy más consciente que nunca de su cercanía, y me pregunto si él también lo nota.

—¿Te ponen nerviosa los aviones?—pregunta Guido de repente, rompiendo el silencio. Me giro hacia él y niego con la cabeza, aunque por dentro siento una pequeña sacudida.

—No no es eso—respondo, tratando de sonar más tranquila de lo que realmente estoy.

Trato de calmar mis nervios poniéndome los auriculares y eligiendo una película en la pantalla del asiento delantero. Decido ver algo ligero para distraerme y mantener mi mente ocupada. La película comienza, pero, a pesar de mis intentos, no puedo evitar echar un vistazo a Guido de vez en cuando.

De repente, noto que Guido se desabrocha el cinturón de seguridad y se levanta. Se inclina hacia mí por un momento.

—Voy a ver que onda estos dos—me dice en voz baja, con una sonrisa cómplice, como si compartiéramos un pequeño secreto.

Le devuelvo la sonrisa y lo veo caminar por el pasillo hacia donde están sus hermanos. Se sienta al lado de Patricio y Gastón, y rápidamente se une a la conversación. La dinámica entre ellos es algo hermoso de observar: el intercambio fácil de bromas y planes, la forma en que sus personalidades se complementan. Se nota que, a pesar de los altibajos, hay un lazo inquebrantable que los une.

La mejor parte de tener el corazón roto (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora