Prólogo

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Cuando el sol sale lo primero que veo son sus colores entrar por mi ventana, el cálido sentir de su temperatura inunda la habitación.

Es la primera vez que viajo de manera solitaria, el mejor regalo de cumpleaños que pude haber recibido.

Me levanté de la cama con mucho cansancio, me dirigí al baño a darme una ducha. Me miré en el espejo antes de entrar, ¡me veo terrible! Necesito arreglarme urgentemente. Tras unos minutos ya estaba lista, estoy decente, creo, vi el reloj a lado de la mesita de noche, ya necesito desayunar.

El día de ayer vi una cafetería, que me llamó la atención, tomé mi bolso y salí del hotel.

La closerie des lilas es el nombre de la cafetería, el olor a pan recién horneado inundaba mis pulmones, mi estómago gruñó.

Es una cafetería hermosa, las mesas distribuidas meticulosamente, el olor a flores y a café se mezclaban, creando un ambiente perfecto.

—Madame, ¿le ofrezco una mesa? —preguntó uno de los meseros.

—Si, por favor—respondí con una cálida sonrisa, y él me dirigió a un lugar donde sentarme.

Estuve alrededor de una hora desayunando, posteriormente decidí ir a dar una vuelta a varias reposterías. Si vine a Paris es a probar comida, no nada más a ver el museo de Louvre. Yo vivo para comer, es mi gran lema de vida.

Visité muchas de las más famosas, L'Eclair de Genie, Pierre Hermé y La Pâtisserie des Rêves, mi paladar no daba abasto con tantos sabores exquisitos.

El resto del día me dediqué a visitar los lugares que me hacían falta, que realmente eran muchos, hay demasiadas locaciones a las cuales ir. Sin darme cuenta ya se había hecho de noche, y prometí a mis padres tomar video del lugar más icónico de la ciudad, la torre Eiffel. Lo había dejado al último porque era el lugar más lleno de todos, a esa hora a la que fui sorprendentemente estaba mayormente vacío.

Decidí hacer un video bonito, único, algo que recordar cada vez que pensara en París.

Posé el teléfono en un lugar, coloqué música a un buen volumen, y comencé a bailar, no pude evitar mirar a un chico con una camisa blanca entreabierta y sus pantalones negros, él me miró de reojo y sonrió, me inundó la curiosidad y paré de bailar. Por lo regular no me importa lo que la gente piense de mí, pero este chico lo hizo de una forma que nunca nadie lo había hecho. Él se acercó a mí, sus ojos verdes resaltaban en su rostro al igual que unas hermosas gafas, un cabello largo y cejas pobladas.

—¿Por qué dejas de bailar? —preguntó el con cargada curiosidad, ladeó su cabeza y levantó las cejas.

—¿Por qué me mirabas? —pregunté de la misma manera, y él sonrió.

—Contestar una pregunta con otra pregunta, común, pero bailar en frente de la Torre Eiffel sola no tanto.

—Es un video para recordar este viaje.
—Curioso e interesante, ¿te puedo hacer compañía? —¿Quieres bailar conmigo?
—¿Por qué no? Debe de ser divertido.
—Bien.

Me hizo segunda en el video que estaba grabando, fueron los minutos más hermosos de mi vida, nunca pensé que ese momento fuera a pasar, pero que se puede esperar estando en esta ciudad. El momento ocurrió una noche en París.

Una Noche en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora