Capítulo 26

1 0 0
                                    

Desperté en la cama de Nate. Amo despertar a su lado, lo despierto con besos en todos lados, y en el último que le doy en los labios, es el que responde aún con los ojos cerrados.

—Buenos días hermosa —respondió bostezando

—Buenos días guapo, ¿dormiste bien?

—Contigo a mi lado siempre dormiré bien. ¿Cómo estas tan bonita aún en las mañas?

—¿Bromeas? Después de lo de anoche traigo el cabello hecho un desastre. —Me levanté de la cama en dirección al baño

—¿A dónde vas? —me preguntó—. Tengo frio, quédate conmigo un minuto más en la cama

—Voy a arreglar este desastre —digo señalando mi cabello, veo que su mirada esta sobre mi—. ¿Disfrutando la vista?

—Siempre

—Olvidaba que no traía ropa. —Recogí su camisa del suelo y procedo a meterme en el baño para arreglarme.

—Agarraste mi camisa ¿no hermosa?

—Sí... espera ¿va a estar Geneva en casa? Si no para ponerme bien mi ropa —le pregunté desde el baño

—No te preocupes le di el día libre desde ayer en la tarde, viene mañana.

—Muy bien.

Salgo y corro hacia la cama con él, sentándome sobre su regazo y le doy un beso.

—¿Te gusta tentarme no?

—Solo un poco —digo inocentemente tocándole la punta de la nariz.

—¿Segunda ronda?

—Ni lo preguntes.



—Madre mía —suspiré saliendo de las sábanas—necesitamos parar ya.

—Coincido.

«Parecen conejos»

—¿Tantas ganas nos teníamos? —pregunto tratando de ocultar una carcajada

—Quizás —responde mirando— ¿De qué te ríes Jules?

—Nada, sólo es que nunca pensé que fuéramos a llegar a este punto.

—¿A hacer lo que Logan siempre había dicho que hiciéramos? ¿O estar juntos?

—Ambas —me acerqué más a él para poder recargar mi cabeza en su pecho.


Acarició mi cabello, y sólo me hacía pensar en lo mucho que me encantaba estar así con él, son momentos que si fuera posible congelaría en el tiempo para poder revivirlos mil y una veces.

—Tu cabello es muy suave.

—Y eso que he sudado bastante.

—Hemos sudado bastante —dijo Nate riendo

—Sabes, me gusta escuchar el latido de tu corazón cuando pongo mi cabeza en tu pecho.

—A mí me gusta tenerte a mi lado hermosa —tomó su teléfono del buró a lado de su cama—. Creo que es hora de que vayamos a comer algo, ya es medio día.

—¿Enserio? Ni sentí el tiempo pasar

—Anda bajemos.


Bajamos a la cocina, y Nate empezó a sacar ingredientes del refrigerado y la alacena. Que, a pesar de vivir prácticamente solo, está más llena que lo que estaba la mía en Chicago.

Una Noche en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora