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Ansioso observaba la hora en la pantalla del reloj digital en su muñeca, como si así fueran a correr más rápido los números, forzándose a prestar atención los últimos minutos que le quedaban de clase; siendo difícil cuando sus pensamientos divagaban en cierto castaño y la cita a comer juntos que había hecho el día anterior.

No era la primera vez que tenían una cita, ni la primera que se veían fuera de clases, pero a Tomás aún le causaba la misma emoción y ansiedad estar juntos a solas, intentando que en cada oportunidad su cerebro entendiera y asimilara que esos momentos íntimos con su crush ahora eran una realidad, no una simple ilusión. Tan siquiera podía creer que hace un par de semanas Rodrigo era inalcanzable, y ahora era una realidad.

—Sos un desesperado, lo viste ayer.

—Pero fue en clases —susurró mientras sus labios se estiraban en un puchero.

—Eres tan obvio, Tomás.

—Cállate, Ivan —gruñó malhumorado—. Vos no sabes nada del amor.

El pelinegro rodó los ojos, anotando lo que la profesora ponía en la pizarra.

—¿Cómo sabes? Si últimamente siquiera me prestas atención, sólo estás con Carrera y no te has fijado que he empezado a chamuyar a alguien —empezó a guardar sus cosas, en la orilla de sus labios formándose una curva en cuanto vio el rostro sorprendido del mayor.

—¿¡Qué!? —gritó haciendo que todos vieran en su dirección—. ¡Por qué no me contaste!

—¿Perdón? —rió—, vos no me contaste qué hablaron con Carrera ese día, pelotudo.

—¡Es distinto! —el menor lo observó alzando una ceja, incrédulo—. Bueno… ugh.

Tomás terminó de guardar sus pertenencias, murmurando insultos entre dientes, oyendo a Buhajeruk reírse a su lado, esperándolo para salir juntos.

No podía recriminarle porque tenía la razón y odiaba admitirlo. Había estado tan metido en su burbuja “romántica” que se había olvidado de su mejor amigo, lo veía en la universidad porque compartían ciertas clases, pero fuera no se habían vuelto a ver ni a charlar acerca de sus vidas; ¿Cómo sabría que Ivan estaba saliendo con alguien? Era un mal amigo y se empezaba a golpear internamente por eso.

Colgándose el bolso en su hombro salieron y emprendieron camino a la salida del instituto, en silencio.

—Deja esa cara —regañó, dándole un suave empujón—, parece que hubieran matado a tu perro o qué sé yo.

—Mmh…

Ivan lo abrazó de los hombros, atrayéndolo a su cuerpo suavemente caminando a la par, y le apretó el brazo en un acto amistoso.

—Es alguien que conoces —los ojos del otro se fijaron en él, penetrantes, exigiéndole que le dijera quién—. Bueno, no precisamente se conocen, pero lo has visto y me has hablado de él.

—¿Qué? Cómo mierda es eso.

Llegaron a la salida, sintiendo chocar la brisa de otoño contra sus cuerpos cuando salieron al exterior. Era una época hermosa para salir o hacer alguna actividad al aire libre, por los paisajes de colores cálidos y otoñales que te transmitían paz, junto a la refrescante brisa que traía olores agradables de los árboles.

—No necesitas saber más, amigo —liberó su agarre y se adelantó, agitando la mano hacía alguien frente a él—. Nos vemos, Tomi.

Sin entender nada, inclinó su cuerpo hacia el lado –para observar por el costado de Ivan–, y grande fue su sorpresa al reconocer al tipo de cabellera rubia, y alto, correspondiendo al pelinegro el saludo. Su mandíbula cayó ante la sorpresa, quedándose inmóvil y en shock. Tenía que ser una jodida broma, ¿Verdad? Él no podía estar interesado en Urben, o Rubiu, o cómo se llame, ¡Sabía lo mal que le caía!

Riéndose el castaño podía observar el rostro del tatuado cambiar en distintos colores, sus expresiones evidenciando lo confundido y un “poco” ofendido que estaba ante la escena, y no era de sorprenderse luego que supiera de los celos que le causaba su rubio amigo. Tan solo podía pensar en los miles de insultos –o maldiciones– que le estaría tirando a ambos, y eso lo divertía.

—Así que de él era quien me hablabas —dijo mientras su mejor amigo se acercaba con el pelinegro, mirándolos—. No me lo esperaba.

—¿Por qué no, profesor Carrera? —el menor no se molestó en camuflar el tono indignado de su voz, mirándolo con una ceja alzada sin una pizca de gracia.

Últimamente hablar con Ivan se había vuelto así de tenso por su actitud a la defensiva, se notaba sobre todo cuando involucraban a un cierto chico de tatuajes, intuyendo que debía ser porque se robaba a su mejor amigo, pero no iba a disculparse, ahora Tomás era suyo.

—No, por nada —alzó sus hombros, mirando detrás de ellos a su novio acercarse con un evidente puchero—. Solo espero que cuides bien de mi mejor amigo, Buhajeruk.

Arbillaga se acomodó al lado del castaño, su mirada penetrante pasando de Ruben a Ivan una y otra vez, así que antes de que soltara algún comentario Rodrigo abrió la puerta del copiloto y empujó al menor dentro, ignorando sus quejas infantiles. Todos tenían asuntos y dejar a Tomás hablar los retrasaría.

Y tampoco quería una escena que manchara la imagen del rubio en las redes sociales, ya bastante hacía con estar ahí.

—Suerte en su cita —se acercó al mayor y le dio un abrazo, despidiéndose—. Nosotros ya nos vamos, no llamen mucho la atención.

—Vosotros sois los que llamáis la atención… —señaló aguantando la risa, acordándose al momento de los celos de Tomás que Rodrigo le había contado el día después de que ellos aclararon sus sentimientos—. Y más ese que no para de asesinarme con la mirada.

Rodrigo e Ivan se rieron al unísono, viendo al pelicafé de reojo.

—Lo sé. Adiós, amigo, nos vemos luego.

El castaño se subió al vehículo y encendió el motor, arrancando rumbo al restaurante en el que había reservado esa noche, aguantando la risa al ver que en todo el camino su novio no paró de hacer pucheros, enojado. Era tan adorable su comportamiento infantil.

Oh, de verdad, ese chico cada día le gustaba más con cada nueva faceta que conocía.

ઇઉ⠀© HEARTOM.

ivan también tenía que tener final feliz, y un poco de spreen x rubius no viene mal ^^

PIROPOS   𝑓𝑡.  rodrimásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora