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Verlo sentado allí, con sus lentes, leyendo un –probablemente– documento en la notebook y con el primer botón de su camisa suelto se sintió como un déjà vu, recordándole aquella época en la que empezó a decirle piropos en forma de bromas con la intención de tener su atención. Exactamente hoy se cumplían dos años desde que empezó a coquetearle, de alguna forma parecían solo unas semanas y, no podía creer cuánto habían cambiado en el pequeño lapso de los últimos meses; ¿Cómo había logrado conquistarlo? Ni él lo creía.

Sus ojos verdes lo miraron a través del lente, reconociéndolo al instante, y por puro instinto sonrió de forma amplia hasta que sus ojos se perdieron en pequeñas medialunas, mientras de sus labios escapaba un dulce «Buen día» que traía como flashees cada vez que lo dijo mientras fue solo un alumno más.

Era una hermosa imagen, con la luz natural y cálida colándose detrás de él lo hacía ver tan angelical, su corazón latiendo desenfrenado, perdidamente enamorado.

Se cumplían cinco meses desde que le pidió una oportunidad también, cinco meses llenos de citas, besos, descubrimientos, y un sin fin de emociones; sentía que las cosas estaban yendo bien, que sus sentimientos ahora eran recíprocos y las inseguridades de ambos con la convivencia habían desaparecido, no va a mentir qué aún tiene miedo del futuro o de lo que sea que pueda cambiar entre ellos luego de un tiempo, cuando las imperfecciones, los malos hábitos, salga a la luz, pero quería dar su corazón, alma y todo a Rodrigo, quería en verdad intentarlo y esforzarse por sostenerlo, además de mejorar para él, y eso haría cada día a su lado.

—¿Te conozco? —se esforzó por que su voz no temblará de los nervios, caminando hasta el mayor con una expresión confundida.

El ceño del castaño se frunció mientras en la comisura de su labio se asomaba una mueca que quiso besar para borrarla.

—¿Qué?

Arbillaga se detuvo frente al escritorio, con la mano izquierda apoyándose en su mentón, y fingiendo pensar.

—Es que —tarareó, inclinando la cabeza con una sonrisa que desconcertó al castaño—, te pareces mucho a mi próximo novio.

Las mejillas de Carrera se colorearon de rojo vivo, sintiendo su pulso salir acelerado en un instante, haciéndolo dejar de respirar durante unos segundos, mientras boqueaba como un pescadito fuera del agua, sin palabras.

—E-eh, ¡To-Tomás!

La contagiosa risa del menor se escuchó por el aula vacía, mientras Rodrigo se cubría con las manos el rostro y lo insultaba; aún no era capaz de acostumbrarse a sus piropos, pero tampoco le molestaban. Parecía una rutina o costumbre que en cuando lo viera, Tomas se decidiera a piropearlo. El oji-marrón rodeó el escritorio, y se acomodó de rodillas entre las piernas del otro para enlazar sus manos con cuidado, admirando el rostro avergonzado de su crush.

—N-no bromees con eso…

—No estoy bromeando, Rodrigo —masculló, abultando los labios ligeramente—. Lo estoy diciendo en serio.

—¿Q-qué cosa? —preguntó mientras intenta hacerlo ponerse de pie, era una posición rara y comprometedora si alguien entraba.

—Que quiero que seas mi novio —besó las manos del mayor antes de levantarse—. Han pasado muchas cosas entre ambos y ahora, creo que es momento de dar el paso, si vos- —mordió su labio ansioso, tomando un poco de aire antes de continuar—, si vos aún no te sentís listo podré esperar má-

Rodrigo se levantó y tomó las mejillas ajenas con delicadeza, haciéndolo callar cuando sus labios se unieron en un tacto suave e intenso cargado de sentimientos.

—Sí quiero, Tomi. Acepto ser tu novio.

Sintiendo sus ojos picar ante las lágrimas, se lanzó a besarlo de nuevo, rodeándolo con un brazo por la cintura mientras la otra sostenía la nuca del castaño, sonriendo tontamente al igual que Rodrigo en medio del beso.

—Me hacés el pibe más feliz del mundo —le empezó a repartir besos por todo el rostro—. Te adoro, te adoro tanto.

Tímidamente el mayor reía, dejándose hacer.

—Bonita escena, pero ya van a empezar las clases.

Asustados se alejaron rápidamente, Ezequiel empujando por el pecho a Arbillaga mientras se limpiaba los labios y el último, aturdido, se incorporaba.

—Jo-joven Buhajeruk, buen día.

—Buenos días, profesor Carrera —saludó en tono divertido, observando como las mejillas de ambos se coloreaban de vergüenza, con la mirada en cualquier otra parte menos en el pelinegro. Se acercó a su mejor amigo y con golpecitos en su espalda le susurró: —Ya te estabas tardando, amigo.

La pareja quería que la tierra se los tragara y jamás los volviera a escupir.

—Suerte, tortolitos.

ઇઉ⠀© HEARTOM.

gente, queda solo el epílogo y se acaba TT

PIROPOS   𝑓𝑡.  rodrimásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora