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Cuidadosamente, se peinó el cabello con sus dedos frente al cristal de la ventana, mirando su reflejo detenidamente para asegurarse de lucir bien; en la mañana definió sus rizos que al final se desordenaron con la brisa, aunque por lo menos su ropa seguía intacta.

Hoy visitaría por primera vez a los padres de Tomás, y estaba nervioso por conocerlos. No sabía si les caería bien, o si creerían que era una mala influencia para su hijo, y eso desde días atrás lo tenía ansioso, aunque el menor le hubiera asegurado que sus padres eran al igual que él: directos y relajados, y que si les disgustara no lo hubieran invitado, no lo hace sentir mejor o menos inquieto.

Toma una respiración profunda y temblorosa, alzando la mano para tocar el timbre, pero su acción fue detenida cuando, de imprevisto, la puerta se abrió frente a él, asustándolo.

—¿Qué está pasando en el cielo? ¡Se les ha caído un ángel! —sus ojos brillaron divertido, apoyando el cuerpo en el marco mientras del lado contrario Rodrigo parecía palidecer, casi sintiendo su latir correr desenfrenado.

Entre el pánico, la sorpresa y la vergüenza el castaño ya no sabía por qué sentía contra su garganta el corazón.

—¡To-Tomás!

—Perdón —rió—, pero llevas media hora ahí parado y pensé que jamás tocarias. —acercó por la chamarra al mayor, estampando sobre sus labios los suyos en una danza delicada y corta—. Hola, amor.

—H-hola —murmuró rodeando la cintura del tatuado, colocando su rostro contra el pecho ajeno y cerrando los ojos, sintiendo como los dedos de Arbillaga le acariciaban el cabello y le dejaba un beso en la coronilla—. ¿Por qué no abriste antes si me estabas viendo?

—Porque parecías un gatito asustado… —le golpeó el abdomen, sin mucha fuerza—. Eey —se quejó con pequeñas risas que movieron la cabeza ajena por el lugar en que la tenía e igualmente riéndose—. ¿En verdad estás tan nervioso?

—¿Cómo esperas que no lo esté? Conoceré a tus padres —con cuidado se alejó de aquel raro abrazo, admirando la sonrisa compasiva del menor.

Tomás volvió a unir sus labios en un contacto más largo, pero igual de suave y cariñoso, su lengua colándose dentro la cavidad de Carre cuando esté abrió la boca junto a un suspiro complacido, jugó con el húmedo músculo del mayor y cuando sintió su cuerpo relajarse en sus brazos, se alejó.

—Relájate, ellos te amarán.

Cuando el castaño asintió más tranquilo unió sus manos y lo jaló dentro de su hogar. Llevó a Ezequiel hasta el living donde provenían la mayoría de voces, robándole un corto beso a Carrera antes de entrar de lleno donde todos sus familiares estaban.

—Familia, él es Rodrigo —presentó con una gran sonrisa decorando su rostro, haciendo a todos callarse.

—Buenas tardes —saludó de prisa cuando la atención se fijó en él, viendo al hombre de la casa acercarse a él con una expresión que le fue imposible descifrar por los nervios.

—Así que vos sos el que tiene loco a mi hijo, mmh —sus ojos lo recorrieron y Rodrigo tuvo el instinto de salir corriendo—. Y el que me lo quiere robar.

—Papaaá…

El hombre aligero su expresión y se rió frente a él, haciendo que la tensión en su cuerpo se disminuyera y el aire que sostenía, sin darse cuenta, lo liberará.

—Perdón, es solo que Tomi no ha dejado de hablar de vos todos los días, que ya no sabía si mi hijo era un acosador —bromeó con una sonrisa similar a la del hombre a su lado y se preguntó si de él había adquirido su belleza y carisma—. Es un gusto conocerte, Rodrigo.

Sus ojos verdes observaron la mano que fue extendida frente a él, y limpiándose el sudor con el pantalón la aceptó, siendo tirado hacia ese cuerpo más grande en un abrazo fuerte, casi asfixiante que lo dejó atónito.

—¡Amoor, deja al muchacho! —reprochó una voz femenina entre risas, acercándose para tomar los hombros del mayor y alejarlo—. Lo siento, aunque sea un gran idiota es un buen hombre.

El hombre realizó una expresión de ofendido, cruzándose de brazos y dándole la espalda a su mujer.

—Me iré a vivir con Rodrigo, él sí me querrá.

Mientras presenciaba la escena dramática la mano que sostenía la suya se apretó y giró a ver la sonrisa avergonzada de Tomás junto al ligero sonrojo en sus mejillas.

—Perdón —susurró y Rodrigo negó tranquilo antes de besar su mejilla.

—Me agrada tu familia —admitió.

Sintió su rostro arder cuando varios “Aww” se escucharon de los demás, siendo consciente de que no estaba a solas y lo habían oído, la vergüenza llenándolo peor cuando un brazo le rodeó los hombros y lo acercó para decirle al oído, sin nada de disimulo:

—Entonces, ¿cuándo es la boda con mi hijo?

—¡Papá!

PIROPOS   𝑓𝑡.  rodrimásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora