PIROPOS 𝑓𝑡. rodrimás

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Tomás reposaba su cabeza sobre su lugar con aburrimiento, la clase estaba realmente aburrida, la maestra repetía un tema del semestre anterior que ya se sabía, y no tenía a Ivan para poder joder un rato, pues éste no estudiaba la misma carrera universitaria que él lo cuál significaba que compartían muy pocas clases.

—Joven Arbillaga, este lugar no es para dormir. —oyó la chillona voz de su maestra, notando su enojo, alzó su rostro, rodando los ojos con disgusto—. Sí tanto lo aburre mi clase bien se puede retirar en este momento.

Realmente era una buena oferta, podría hacer algo diferente que oír su molesta voz, pero no podía tomar tan a la ligera su estudio cuando sus padres se mataban para pagarle su carrera en una buena universidad, como para recibir un reporte en esta materia.

Se reincorporó en su asiento, poniendo recta su espalda para simular que la clase le importaba siquiera un poco, la señora Pérez pareció satisfecha con ello pues procedió a continuar su explicación.

—Boludo, ¿podes pasarle esto a Martina? —su compañero de al lado le alcanzó un trozo de papel, susurrando bajito para que no lo oyera la mujer mayor.

—Dale. —tomó el papel y se estiró un poco para pasarle el mismo a su correspondiente destinario, la joven que estaba al otro lado del pequeño pasillo.

—¡Señor Arbillaga! —el grito de la mujer le hizo exaltar, soltando el papel que cayó en el suelo y ella lo recogió—. ¿Qué significa esto?

—Un papel. —respondió con simpleza, suspirando con pesadez mientras cruzaba los brazos contra el pecho.

La mujer parecía soltar humo por su nariz y orejas, el color carmín bañándole el rostro con fuerza, enfurecida por su respuesta.

—Esto es insólito, en este momento te vas a dirección.

—¿Qué? —le miro con ironía, riéndose de igual forma, sintiendo las miradas de todos posarse sobre él—. ¿Por un simple papelito de mierda? Ni siquiera es mío, tsk.

—No me importa, en este momento tome sus cosas y se va a dirección, no esta a discusión. —golpeó con su mano el mueble de madera, manteniendo la seriedad en su mirada sobre el rostro ajeno.

Tomás bufó.

—Y una mierda. —se colocó de pie, cerró su cuaderno y guardó las pertenencias en su bolso para cruzar por el costado de ella, valiéndole mierda haberla empujado por el hombro, enfurenciéndola más.

Antes de que pudiera discutirle algo más por su actitud "mal vista" salió del salón, yendo hacia la dirección como ella le había ordenado, solo que se detuvo cuando cruzó por la sala de maestros, mirando con curiosidad hacia el interior, notando que el único en ese lugar era Rodrigo Carrera.

Se apoyó contra el marco de la puerta y sonrió de manera amplia, admirando su belleza en silencio, el como esos colores amarillos le iluminaban el rostro masculino, sus labios gruesos y su cuerpo tonificado que se marcaba en aquella camisa blanca donde tenía dobladas las mangas hasta los codos, luciendo tan sexy.

Arbillaga creía que cuando fruncía su entrecejo, tensaba la mandíbula y ajustaba en el puente de su nariz los lentes mientras estaba concentrado en el papeleo era algo atractivo en él.

—Quisiera que fueras sol y me dieras todo el día. —comentó con atrevimiento, haciendo que el ojiverde lo mirara sorprendido por su presencia y luego se avergonzara ante el atrevimiento de sus palabras.

—¡J-joven Tomás Arbillaga!