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Estaba sentado en medio de la cafetería con una expresión cansada por dormir poco, otra  vez, jugando con la bombilla de su malteada de frutilla mientras mira alrededor esperando a Ivan; habían quedado ir a la casa de esté a realizar un ensayo juntos, pero él tenía que ir a resolver un asunto con un profesor, así que tenía que quedarse allí. Igualmente a Tomás no le molestaba esperarlo.

—Joven Arbillaga.

Miró hacía arriba y se encontró a Rodrigo, su tan atractivo profesor. Hoy vestía más casual que de costumbre; jeans azules con rotos en las rodillas, un hoodie negro con una remera de manga larga blanca debajo de este, unas converse negras y una cadena delgada. Era imposible que no lo hubiera visto cada que lo encontraba a su alrededor, aún sí no fue a la clase que dio por llegar tarde.

Rodrigo entre su exigencia como profesor, se tomaba muy en serio su clase, y odiaba que alguien llegara tarde e interrumpiera toda su clase llena de personas que sí le interesaban sus conocimientos. Lo cual significaba que el que llegará tarde quedaría fuera de su clase, y Tomás fue uno de ellos.

—Me sorprendió no verlo en mi clase. —dijo, intentando ocultar el tono decepcionante en su voz.

—Llegué tarde. —respondió con simpleza—. No iba a interrumpir.

El castaño torció sus labios en una mueca, y terminó por sentarse a su lado en una de las sillas libres de la mesa, dejando su café en la superficie; todo bajo la mirada extrañada del pelicafé.

—Nunca llegas tarde. —susurró, mirando las expresiones de rareza que le da el menor—. ¿Te sentís bien? ¿por qué llegaste tarde?

—Ehh…

Tomás desvía la mirada, riéndose nervioso e incómodo en partes iguales; no podía decirle que llegó tarde porque se había ido de joda y tenía resaca, menos que su repentino interés lo colocaba inquieto, removiéndose sobre su lugar y jugando con sus anillos.

De todas formas, su profesor no tenía ningún derecho para meterse en su vida privada, al igual que él no se metía en la suya, por más que Tomás sí quería hacerlo desde hace dos años que conocía al mayor, porque no saber de Rodrigo más allá de lo que él muestra en la universidad le carcome la curiosidad y los celos de saber qué era el rubio de él.

Las cosas serían sencillas si directamente le preguntara quién era ese rubio, pero era muy cobarde para hacerlo, y le daba vergüenza.

—¿Por qué le importa? —cuestiona—. No es de usted curiosear en la vida ajena. —desvía el tema.

Sabe que es más cortante que otras veces, y el mayor lo siente, pero no puede evitarlo por culpa de las emociones inestables que tiene por su persona.

¿Qué necesidad tenía de demostrarle interés si ya tenía una pareja? Solo lo ilusionaba.

—Bueno… —carraspeó, tomando su café—. Sólo tenía curiosidad.

¿Curiosidad? Pff, ¿acaso era su juguete para entretenerse?

Eso rebasó el vaso.

La risa irónica del tatuado hizo sorprender al ojiverde, quién frunció el entrecejo mirando a Arbillaga colocarse de pie. A lo lejos, Tomás, veía a Ivan llegando hasta la cafetería, quién le sonrió agitando la mano, pero se detuvo al verlo acompañado de Rodrigo.

—Creo que debería saciar su curiosidad con su novio, profesor Carrera.

Tomó su malteada y se marchó, dejando en shock al mayor por no entender nada de a lo que se refería.

PIROPOS   𝑓𝑡.  rodrimásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora