CAP 5.5 - OSCURIDAD EN EL TRONO

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⚠️ Advertencia ⚠️
Este capítulo contiene descripciones de violencia y castigo físico. Se recomienda discreción.
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En el corazón del castillo, entraba la luz del atardecer. El gran salón, una extensión de arcilla y ladrillo, dándole un toque rojizo a todo el lugar reflejando el desierto en el que se encuentran, con unos pilares enormes que se pierden en las sombras del techo. La única luz provenía del tragaluz a lo alto, mientras entraba la tenue luz de la luna por unos minutos. Antes de prenderse las antorchas con lo que parecían ser llamas plateadas, como si estuvieran sometidas a la voluntad del Emperador.

Sombras y luces parecen bailar alrededor de la sala como espectros esperando a ser ordenados por la figura alta y oscura que se ve sentada en el trono. Tac, tac, tac. Se escucha el sonido de su anillo chocando con el mango del trono esperando noticias impaciente.

Las puertas, por fin, se abrieron con un crujido. Seguido de pasos secos y cuidadosos que se hacen cada vez más fuertes, pisando la arena que entró por las ventanas del castillo. Vestido con túnicas oscuras, avanzó la figura hacia el trono. La cabeza inclinada en una mezcla de miedo y respeto, evitando los ojos del Emperador.

—Su Majestad Imperial. —murmuró con voz rasposa—. La hidra está debilitada y contenida...

El sudor del subyugado cae por su frente, mientras espera la respuesta de su señor. Solo se escuchan sus latidos y respiración en toda la sala. Las sombras alrededor se vuelven más profundas, como si un vacío amenazara con absorber todo. Sin embargo, las luces tintinean respondiendo a la oscuridad.

—Bien. Bien. —responde el Emperador con un atisbo de alegría—. Tenemos un mes para lograr nuestra meta.

—Si, mi señor. —responde el siervo—. Ya se acordó el transporte de ésta y-...

El pobre se ve interrumpido por el sonido de su amo levantándose de su trono.

—¿Y...? ¿Por qué sigues hablando de lo que ya se hizo en vez de decirme dónde está el siguiente guardián? —pregunta el Emperador.

Con cada palabra, se iba acercando hasta quedar a la luz de la luna. Su rostro, pálido y blanca como la niebla, le daba una apariencia espectral. Se ven venas oscuras que serpentean bajo la piel desde su cuello hasta el resto de su rostro. La boca, con labios delgados y agrietados, muestran el disgusto de su pregunta. El subyugado no se atreve a mirar más arriba donde se rumora que los ojos son como abismos sin fondo que congela y absorbe el alma de quienes osan mirarlo directamente. El sirviente traga saliva.

—El s-siguiente guardián-...—da una pausa, porque sabe que el Emperador detesta cuando no hablan correctamente—. El dragón de Emberpeaks.

Se ve cómo el amo asiente para que siga con su reporte.

—Emberpeaks logró detener los avances de las fronteras con Verdantys. —logra decir rápido y conciso.

La noticia hizo que se gane un latigazo de sombras oscuras y frías que cortaban la piel del brazo. Éste no hizo ningún sonido, pues el Emperador también odia la debilidad.

Nuestros espías dicen que han desa-...—antes que pueda terminar de hablar, el mismo látigo de sombras se envuelve en su garganta.

—No dirás que un guardián de al menos treinta metros ha desaparecido, ¿verdad? —dice el Emperador antes de ajustar un poco más el látigo.

Toda la sala se vuelve más negra y los pequeños destellos que había, se apagaron obedeciendo el cambio de humor del Emperador. Luego de lo que le pareció una eternidad al subyugado, lo soltó. Tosió hasta recuperar mejor consciencia y responderle a su señor.

—Parece que el príncipe de Emberpeaks y su aether-kin han abandonado el reino. —dice mientras cierra los ojos esperando el siguiente castigo, pero este nunca llega.

—¿Y sabemos a dónde? —la pregunta le da un escalofrío al sirviente, pues sabe que más le vale tener la respuesta antes de hablar.

Traga saliva una vez, dos veces.

—No sabemos, mi señor. —dice con temor.

El Emperador levanta el látigo de nuevo.

—¡Pero-...! —levanta un poco la voz antes de ser castigado nuevamente—. Nos han llegado noticias que el Shadowsea estuvo en Emberpeaks antes de su desaparición.

El Emperador chasquea la lengua. Con pisadas fuertes y molestas regresa a su trono para sentarse. Tac. Tac. Tac. Suena el anillo chocando con el trono otra vez. Los destellos brillantes vuelven a alumbrar poco a poco el lugar, dejando ver a la figura del sirviente aún arrodillado y con la cabeza baja, pero con un corte en el brazo que aún le sangra.

—Averigüen de quién es, qué hacía ahí y a dónde se dirigen. —ordena con una voz implacable.

Una tonalidad cargada de poder absoluto. Imposible de desobedecer. Impensable fallar.

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