𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑇𝑟𝑒𝑖𝑛𝑡𝑎

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Sonreí mirándola, al fin solas. Todos dormían, Anthony se fue, literalmente no quiso dormir aquí, fue mucha humildad para el, no le dije nada y dejé que se fuera.

-Te ves hermosa cariño. Algo cansada, pero tú sonrisa habla por ti misma. - sonrió mamá.

-¿Cómo me veías antes?. - pregunte curiosa.

-Al principio, cansada, triste, sobreviviendo... Luego te veía bien, relajada, pero incómoda. Pero ahora te ves cansada, pero feliz, cómoda. - sonrió acariciando mi cara.

-Si... - sonreí tomando su mano.

-Rosse, solo quiero que seas feliz. Quiero que alguien te cuide, te ayude y te sostenga cuando tú ya no puedas. - me sonrió. - Estoy segura que Dios tiene el hombre idóneo para tí... No conozco bien a Igor, la verdad no sé cómo es, pero tú si. Solo pídele a Dios que se haga su voluntad. Si se tiene que dar, o si no. - me sonrió.

Sus palabras sabías llenaron mi corazón.

-Le doy muchas gracias a Dios por ponerte en mi camino. - dije con la voz ahogada.

Ella me abrazó de inmediato.

-Y yo le doy gracias por ser tu madre. - dijo acariciando mi pelo.

Ambas nos quedamos abrazadas un rato.

-Oh, mira. - dije mientras buscaba en mi bolsillo. - Esto es lo que te mando Igor. - dije ríendo.

Le di el sobre, ella lo abrió y se sorprendió.

-Oh por Dios. - dijo con los ojos llorosos.

-Se que harás maravillas con ese dinero. - sonreí.

-Es lo que necesitaba, le pedí tanto a Dios por una ayuda... Necesito arreglar este lugar para los niños. - se levantó y me abrazó. - Lo ves Rosse, Dios nos escucha.

-Si... - murmure sonriendo.

Mamá me comenzó a contar todo lo que haría, estaba tan feliz y agradecida. Sonreí mientras la oía atentamente. Luego vimos que era muy tarde, mamá me mostró dónde dormiría y me dejó sola, me dió un beso de buenas noches. Suspiré y Vi la cama, sonreí al saber que todo mejorará aquí. Me acosté y me reí cuando mi espalda sonó, me di media vuelta y quedé dormida de prisa, creo que si estaba cansada.

-Rosse. - oí la tierna voz de mi mamá.

Sonreí mientras estiraba mis brazos para abrazarla.

-Buenos días ma. - dije en su oído.

Extrañaba su aroma, siempre tan dulce.

-Buenos días amor. - dijo amorosa. -El desayuno está listo, llama a tu amigo. - dijo mientras salía.

Suspiré y me levanté, rasque mi espalda, sentía picazón. Me cambié y llamé a Anthony. Le dije que venga a desayunar y dijo que bueno estaba en la puerta. Sonreí mientras salía y camine a la cocina. La mesa llena de niños, todos con su taza de té y en el centro había pan, mucho pan.
Anthony llegó y miró a todos los niños.

-Cuantos niños. - dijo riendo.

-¡Hola Anthony!. - gritaron todos.

-Hola niños. - dijo el riendo.

-Buenos días. - dije entrando.

-¡Buenos días Rosse!. - dijeron algunos.

-¡Buenos días hermana!. - me dijieron dos o tres.

Sonreí y bese sus pequeñas cabezas, uno por uno. Cuando al fin termine me senté y mire a Anthony, intentaba disimularlo, pero se notó que no estaba acostumbrado a tanta humildad. Sonreí mientras bebia mi té en la taza de plástico.

-Yo no quiero. - dijo el lo más amable que pudo. - Ya había desayunado. - rio nervioso.

-¿Enserio hijo?, ya te había hecho un té. - le sonrió mi mamá.

-Si... no se preocupe. - dijo mientras se levantaba. - Olvidé mi teléfono, así que iré a buscarlo. - dijo mientras se iba.

Intenté contener mi risa, porque si tenía su teléfono, se nota que fue lo primero que se le ocurrió. Negué mientras tomaba un pedazo de pan.

-¿Rosse te gustaría jugar con nosotros?. - me dijo la pequeña Fran.

-Claro Fran. - dije sonriendo. - Amaría jugar con todos. - sonreí amable.

-¡Yeei!. Jugaremos con nuestra hermana mayor. - dijo el pequeño Tadeo.

La verdad estar aquí me llenaba el corazón.

-Terminen su desayuno antes. - dijo mamá mientras me guiñaba el ojo.

Los niños terminaron rápido sus desayunos y todos corrimos afuera, primero jugamos las escondidas, luego al piso es lava, fue muy divertido subir a árboles o quedarme para salvar a algunos. Tadeo no me dejaba ni un minuto, vivía pegado a mi, era el más pequeño de todos. Luego de una hora jugando sin parar al fin tomamos un descanso todos nos acostamos en el piso, la verdad el patio estába hermoso.

-Tadeo ya deja a Rosse. - lo regaño Melissa.

-Noo. - decía llorando mientras me abrazaba.

-Tadeo es muy caprichoso Rosse. Siempre se hace pipí en la cama. - decía Melissa.

Tadeo comenzó a llorar.

-¿Por qué lloras si es la verdad?. - dijo Mateo extrañado.

-Ya déjenlo, no ven que es pequeño. - dijo Fran mientras lo alzaba.

-Niños, tranquilos... Tadeo no está acostumbrado a estar solo, entiendan es muy pequeño y tuvo que pasar por mucho. ¿Acaso no se acuerdan cuando vinieron aquí?. - pregunte mientras sacaba las lágrimas del pequeño.

-Si, mis papás habían muerto. - Mateo bajo la mirada.

-Los míos también. - decía Melissa triste.

-Mis papás no. - dijo Santiago.

Lo mire de prisa.

-Mi papá me dijo que me vendría a buscar.- decía el normal. - Estaré aquí un tiempo, aparte me gusta jugar con ustedes.

Sonreí ante su inocencia, solo le pedía a Dios que de verdad lo busquen.

-¿Entonces que haces aquí?. Aquí solo estamos los que no tenemos papás. - se encogió de hombros el pequeño Pedro.

-No sé. Mi papá me dijo que sea valiente y esperé. - respondía Santiago normal.

-¿Cuál es su color favorito niños?. - dije cambiando de tema.

Todos empezaron a hablar al mismo tiempo, reí mientras los ordenaba para que hablen de a uno, así pasamos un rato hablando. Luego mamá salió a decirnos que la cena estaba lista, los niños comenzaron a correr adentro, exepto Tadeo que no se despejaba de mi, tenía miedo, porque me tendría que ir y no sabía cuál sería la reacción del pequeño. Bueno un problema a la vez, me senté en la mesa, me extrañó que ninguno toque su plato, iba a hablar pero mi mamá se puso a orar por los alimentos, baje rápidamente la mirada y escuché con atención, vaya unos años fuera y ya olvidaba las costumbres.
Cuando ella termino, fue increíble como hicieron la seña y empezaron a comer, mire a mi mamá impresionada y ella sonrió.

-Cosechas lo que siembras. - dijo orgullosa.

Sonreí mientras comía con ellos.

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