𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑖𝑡𝑟𝑒𝑠

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Entramos los cuatro juntos, cómo era de esperarse, había música muy alta, la mezcla de olores, mucha gente bailando. Sólo se que Tomás tomó mi mano y me guío a la zona VIP. Yo tenía un vestido rojo que Luis me había prestado y ella llevaba uno negro.

Luis se volvió loca cuando vió toda la ropa que Mirthita me había empacado. Le dije que yo no quería usarla, entonces me dijo que la venda o se la de a ella. Y créanme eso haré.

-¡Rosse!. - oí a mi mejor amiga y la miré. -¡Esté lugar está genial!.

Ambas entramos a la zona VIP con los hermanos, fuimos a la barra.

-Si. - dije riendo.

-Buenas noches, ¿Que van a pedir?. - dijo el barman y todos empezaron a decir sus bebidas y yo como siempre no tenía ni idea.

-¿Y tú bombona?. - me sonrió.

Me reí incómoda y le sonreí sonrojada.

-¿Un Jin tonic?. - me sonrió Tomás.

-Emm. Si cualquier cosa. - dije sonriendo.

-Yo tengo la bebida perfecta para tí. - dijo el y fue a preparar los tragos.

-Mmm Rosse. - me decía pícara Luis.

-Le gustaste al bartender. - decía ríendo Jhon.

-¿A quien no?. - decía Tomás.

Ellos reían y yo moría de vergüenza. Llegó una chica y comenzó a repetir los tragos, como si supiera cuál era para cada uno y cuando llegó a mi me miró.

-Y esté es para tí. - decía y...

De pronto Deja Vu de Oliva Rodrigo sonaba. Quedé shockeada al ver el trago de frutilla con pajita y todo. Mi corazón dió un vuelco y sus ojos azules llegaron a mi mente, recordé su aroma, sus brazos y su hermosa sonrisa.

-¡Oh amo esa canción!. - gritaba Luis.

Las lágrimas llegaron a mi, Luis me agitaba para que baile con ellos. Pero, me sentí agobiada. Respire y sin dudar, comencé a caminar lo más lejos de esa bebida, de esa canción y de mis pensamientos. Pero al parecer de mis pensamientos no podría escapar. Porque mientras empujaba a la gente para salir a la azotea, me acordaba de él, de lo bueno que había Sido conmigo.

-¡Estúpido síndrome de Estocolmo!. - grite desesperada cuando salí a la azotea y sentí el aire en mi cara.

Llorando me asomé al filo y ahí me quedé respirando, mientras mis lágrimas caían sin parar. ¿Acaso todo lo que reprimí en mi encierro salía ahora que era libre?. Era obvio que el síndrome de Estocolmo había hecho efecto en mí y que me había enamorado perdidamente del chico más perfecto que había conocido.

Tomé mi pelo entre mis manos y me di cuenta que había estropeado todo. ¿Tanto me costaba ser feliz?. Ahora debía pagar las consecuencias de mis actos y me lo tenía bien merecido. Por hacerlo sufrir... y hacerme sufrir a mi misma.

Me quedé mirando la ciudad con las lágrimas cayendo por mis mejillas. Suspiré y cerré los ojos, era tan idiota y me odiaba tanto en estos momentos. Me arrepentía de mis actos, uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Deje de martirizarme y seque mis lágrimas mientras volvía al antro, busqué el baño y me mire en el espejo. Estaba hecha un asco, me reí de mi misma y me lave la cara, gracias a Dios tenía mi bolso, saque unos papeles para secar mi cara y después me puse un poco de rímel y labial.

Cuando estuve presentable salí, baje algunas escaleras y al fin encontré la zona VIP entre y vi a Luisa perreando con los hermanos. Me reí y fuí de nuevo a la barra. Y aquella chica me atendió.

-Un Jin tonic por favor. - dije de inmediato y mire hacia Luis quien reía con ellos.

-Claro. - dijo ella.

Mire a mi amiga divertirse con ellos mientras esperaba. Pero sentía que alguien me miraba, comencé a ver a mi alrededor pero no había nadie quien me mire. Todos estaban en sus mundos. Suspire y me giré a recibir mi trago. Tome un trago, no me gustaba pero era el único nombre que sabía, no sabía que trago pedir. De pronto la música cambió y vi como los tres venían hacia mi. Sonreí mientras los esperaba.

-¿Rossi a dónde fuiste?. - me decía preocupado Tomás.

-Oh, me sentí un poco sofocada. Ya estoy bien. - les sonreí a los tres.

Ellos pedían otra ronda de tragos y yo solo bebía de a sorbos el mío. No era fan del tipo de música que ponen en las discotecas, digo, a veces ponen temazos y las otras veces solo música para bailar, me daba vergüenza bailar, ya que no me salía tan bien.

-¡Vamos Rosse!. - me decía Luis tirando de mi.

-Oh no, yo no bailo. - dije riendo.

-¡Vayan, yo me quedo con ella!. - les decía Tomás y ambos se fueron.

Suspiré aliviada.

-¿Me extrañaste?. - me decía sonriendo.

-¡Claro!. Extrañe la cuidad, a Luis. - decía asintiendo.

-¿Pero si vives en tu mismo departamento verdad?.

-Si, en el mismo. - dije sonriendo.

-¿Y como hiciste para pagar la renta?.

Mi sonrisa desapareció. ¿Que otra mentira debía decir?. ¿En algún momento acabarían?. Suspiré y pensé rápido.

-Bueno, mi mamá cobro una herencia. - mentí de inmediato.

-¿La monja?.

-Si... - murmuré.

-Pero, ¿No es una mujer grande?. ¿Herencia de quién?.

Cerré los ojos y abrí la boca.

-Bueno... un tío lejano, murió y no tenía hijos... buscaron a alguien de la familia hasta dar con ella. - asentí.

-Ah... entiendo. - dijo él asintiendo.

Obviamente ninguno de los dos creímos. Miré hacia Luis quien estaba muy pegada a Jhon. Mire a otro lado, y luego busque mi viejo teléfono, me dió vergüenza sacarlo así que no sabía que hacer.

-¿Te llevo a casa Rosse?. - me preguntó gentil.

-Por favor. - sonreí y él asintió.

Ambos caminamos a la salida, había mucha gente y pasamos a pechones, hasta que al fin pudimos salir, todos habiamos ido en el auto de Tomás.

-Te dejaré y volveré por los chicos. - me explico antes que hablara.

-Esta bien. Gracias. - dije entrando a su auto.

Ambos nos acomodamos y salimos rumbo a casa. Mire por la ventana todo el tiempo, amaba ver las luces pasar o buscar la luna, fue un silencio muy incómodo. Me quedé en silencio todo el viaje. Hasta que al fin llegamos.

-Muchas gracias Tomás. De verdad. - sonreí mirándolo.

-No hay porque Rossi. - me sonrió y baje del auto.

Me giré a verlo por última vez y lo saludé mientras entraba. Suspiré y entre al elevador, subí a mi tercer piso y feliz fuí a mi departamento. Lo abrí y Vi todo desordenado. Luis quiso ver todo lo que tenía sonreí y alcé un poco la ropa del piso mientras acomodaba todo. Me cansé de los tacos y me los saque, me despeine mientras me tiraba a la cama. Me dolió un poco ya que estaba dura, extrañaba tanto las sábanas de seda. Suspiré frustrada una última vez mientras cerraba mis ojos y me obligaba a dormirme.

¿Quién eres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora