Capítulo. 12. La realidad.

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Donnato Morrigan

Mientras cargo a Gretta en mis brazos, sentí todo el peso de su miedo. Subí las escaleras hacia la habitación de Mirco, es el cuarto más grande y es perfecto para que la chica pueda descansar un poco, cada paso que doy resuena en el silencio opresivo de la casona.
La ropa de Gretta esta sucia, su vestido que alguna vez fue blanco está manchado de todo lo que pude hacer en esas habitaciones, sangre, sudor, tierra, líquidos extraños etc.
El vestido tiene desgarres, su maquillaje está corrido, su cabello oscuro muy enmarañado, la piel de sus rodillas y piernas está llena de sangre, es un reflejo de su tiempo encerrada no se por cuántos días. Sabía bien lo que mi hermano hacía con los traidores antes de acabar con ellos, y el pensamiento me hela la sangre, sin duda la mente de mi hermano es tan retorcida que aveces me preocupa.
Pero, no me meto, cada quien tiene sus estrategias de muerte. Cuando llegue a pasillo de las ocho habitaciones que tenemos sus ojos volvieron a mi como si me suplicara que la dejara libre, pero es algo que yo no puedo decir, si ella es parte de la traición de Aegott, entonces debe enfrentar su destino.
Pero veo algo en Gretta, algo que me hace dudar. Aunque no podía verla desde mi posición, sentía su mirada fija en mí. Se encogía en mis brazos, temblando visiblemente, su respiración es muy rápida y entrecortada. Podía sentir, oler su miedo, es tan palpable y crudo.. que por un momento, me pregunté si realmente merece el destino que le esperaba en las manos de Mirko.
Caminé por el pasillo y al llegar a la habitación de mi hermano, abrí la puerta y entré, colocando a Gretta con cuidado sobre la cama. Su mirada seguía fija en mí con preocupación, llena de miedo y desconfianza, fui al ropero de el impulsivo y lo abrí buscando algo que pudiera servirle.

— Lo siento, no tenemos ropa de mujer, como debes saber, no tenemos hermanas.— dije, buscando en el armario de Mirko. Saqué un short corto y una playera, ambos claramente demasiado grandes para ella. — Esto es lo mejor que puedo ofrecerte por ahora, le diré a Niccolo que te compre algo.

— No se preocupe, esto está bien..— Gretta asintió débilmente, sus ojos aún llenos de temor.

La dejé en la habitación y me dirigí al baño. Llené la bañera con agua tibia que sale de la llave con fuerza, asegurándome de que la temperatura fuera la adecuada.

Luego busqué entre los productos de higiene nuevos que tiene Mirco, eligiendo un jabón suave, un cepillo de dientes, pasta  y un shampoo que parecían adecuados para ella.

Regresé a la habitación y la encontré exactamente donde la había dejado, temblando ligeramente. La cargué de nuevo en mis brazos y la llevé al baño.

— Vamos, necesitas limpiarte.— le dije suavemente, tratando de ofrecerle un poco de consuelo en medio de su miedo palpable.

— Gracias señor..— dijo en un bajo susurro.

Cuando ingresamos la ayude a que se sostuviera en pie ya que las heridas aún siguen sangrando y tiene algunos vidrios más pequeños incrustados.

— ¿Usted se quedara aquí?.— cuestionó con voz preocupada.

— Si puedes mover las rodillas, flexionarlas, me iré. — Gretta intentó hacerlo, pero se quejó y negó.

— Siento que los vidrios se incrustan más.— se tambaleó un poco y se sostuvo de la pared.

— Entonces te ayudaré Gretta, no podrás hacerlo sola. — comuniqué con seriedad y tranquilidad. La chica cambió su rostro a uno de miedo.

— No quiero que me ayude..— dijo con la voz chillona.

— Gretta, no voy a lastimarte, es solo que no puedes flexionar las rodillas y no podrás ingresar en ella.

— Es que.. me da vergüenza señor. — susurro con los ojos llorosos.

"LOS MORRIGAN"©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora