Capítulo.7. La exportación.

4 1 0
                                    

Niccolo Morrigan

El sol apenas comenzaba a asomarse cuando llegué al almacén. Desde afuera, parecía un edificio abandonado, con grafitis en las paredes y ventanas rotas. Pero por dentro, era una maquinaria bien aceitada, diseñada para un propósito muy específico: lavar dinero.
Al entrar, el olor a metal y aceite me golpeó. Las luces fluorescentes parpadeaban, iluminando el equipo falso que habíamos instalado. Cada máquina tenía su propósito, cada trabajador su rol. Caminé hacia la primera estación, donde un grupo de empleados revisaba los ingresos del día anterior.

—"¿Cómo va todo por aquí?"— pregunté, tratando de sonar casual.

—"Todo en orden, jefe,"—respondió uno de ellos sin levantar la vista.—"Los números coinciden y no hay discrepancias."— sonrió maravillado cuando sus oscuros ojos al fin me observaron. Asentí, satisfecho.

Continué mi recorrido, pasando por las diferentes estaciones. En una esquina, un par de trabajadores contaban cientos de billetes, asegurándose de que todo estuviera en su lugar antes de ser transferido a las cuentas falsas. En otra, un equipo revisaba las transacciones electrónicas, asegurándose de que no hubiera rastros que pudieran llevar a las autoridades hasta nosotros.

Me detuve en la última estación, donde se procesaban los informes finales. Aquí, los datos se consolidaban y se preparaban para ser enviados a nuestros contactos.

—"¿Algún problema?"—pregunté.

—Todo limpio, señor..— respondió el joven encargado.—"podemos proceder según lo planeado."— sonrió satisfactoriamente.

Miré a mi alrededor, observando el trabajo coordinado de todos. Sabía que cada uno de ellos tenía sus propios motivos para estar aquí, pero todos compartíamos un objetivo común.

— Que excelente trabajo, están realizando todos, — dije finalmente.—"Sigamos así y no tendremos problemas."

Salí del almacén, dejando atrás el bullicio de la operación. Sabía que no podía bajar la guardia, pero por ahora, todo esta bajo control y la mercancía de Donnato iba a ser exportada en aquel artefacto menos creíble.
Mire celular sino en el bolsillo de mi pantalón con insistencia, los que para ver quien es. ¿Quien jode a las 9 de mañana?. !Oh si!, Donnato.

— ¿Buen día cómo está el hermano más sobre protector de los tres?. — me burlé un poco de la situación.

— Estoy bien Niccolo, no jodas con eso, así soy y así seré, se lo prometí a nuestra madre.

— Bien, ya perdón.. ¿ahora que pasa? !Ah! no me digas, déjame adivino.. — sonreí y negué mientras subo a la camioneta. — Mirko..

— Ese cabron no llegó a dormir y sabes perfecto que salí a buscarlo al igual que envíe a mis serpientes por el centro de Cavoria. — puedo escuchar que esta furioso.

— Ajá, y ¿que hago yo?.

— Por lo pronto volver a la casa, necesito entregarte las rutas de la mercancía. — ordeno en su sutil tono de voz gruñón.

— Bien, nos vemos en media hora entonces hermanito. — reí.

— Perfecto. — colgó en seco.

"Vaya, a este hombre le hace falta una mujer ¡ya!, bueno a mi también, pero yo no me cargo ese genio".

—A la mansión, por favor Collin. — ordene con suavidad. Mi cuervo asintió y siguió la ruta más corta.

"LOS MORRIGAN"©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora