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———𝗖𝗢𝗠𝗠𝗘𝗡𝗧———

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———𝗖𝗢𝗠𝗠𝗘𝗡𝗧———

Eran como las seis de la mañana, el cielo seguían tan oscuro como si fuera de noche. El reflejo en aquella pequeña ventana eran las luces de la ciudad, ya estaba en Ciudad de México la chica.

El avión estaba despejando, ella no pudo dormir en todo el viaje, no paro de estar rezando por Isabel.

Su cabello estaba un poco desordenado, se revolcó un poco en el asiento incómodo buscando una posición cómoda para dormir pero no la obtuvo, así que prefirió estar pidiéndole a Dios que ahora ayude a Isabel.

Bajo del avión, por suerte ella fue de las primeras en salir así que se apresuró en ir a terminar con los pequeños papeleos de maleta y visa.

Saliendo del aeropuerto con un paso rápido fue yendo directo a un taxi, le indicó la dirección del Hospital a la chica; la taxista era una mujer de cabello negro con mechones rojizos.

Sinceramente se encontraba rezando de forma mental, estaba en la ventana mirando el cielo.

Nunca fui de ser muy fiel en Dios, porque para mi fue algo absurdo pensar en un ser que le dio vida a todo, pero ahora estoy aquí. Si algún ser superior existe realmente, por favor, te pido que seas capaz de ayudar a Isabel.

Ella, al contrario de mí, siempre fue creyente en tí, así que supongo que no merece esto... La gente dice, que a quienes le pasan cosas feas es porque no son cercanas a Dios, pero ella es muy cercana a él, ¿por qué le pasa esto?

Todos los domingos me invitaba a ir a la iglesia, nunca fui por miedo a quedarme dormida, pero ahora deseo tanto estar en la iglesia y estar rezando por tí, Isa.

¿Cómo inicio todo, Isabel? Me pregunto qué te llevo a hacer esto, siempre odiaste las sustancias, pero terminaste como esas personas que deseabas acabar.

No se como te encuentras ahora, deseo tanto que estés despierta, cuando vaya solo quiero ver tus ojitos abiertos y que me digas que estas bien.

Sé que no vas a morir, hace catorce años lo prometiste, ¿verdad? Nunca vas a morir, porque me querías cuidar.

Odias romper promesas, así que ahora es el momento donde me lo demuestras, siempre te decía que rompias las promesas y tu me decías lo contrario e intentabas mostrarme que no lo hacías... Ahora es el momento.

—Serían setenta pesos, señorita. —dijo una voz femenina.

Andrea se quedó pensando unos momentos, pues estaba bastante concentrada en lo que estaba pidiendo que olvido donde estaba.

Comment | CarreraaaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora