Arcos Perdidos, 899 aps (Escala de presión abisal)
Tyropher y Vera nos ayudan a subir a los demás, de uno en uno, mientras Nevan busca en el interior de la vivienda un trapo o manta para cubrir el vómito del suelo que casi hemos pisado todos los que hemos alcanzado el balcón.
Vuelve con una mueca de asco y un paño mugriento cogido de una esquina y, cuando no puede evitar inflar los mofletes porque sus arcadas se deben más a su manía con la limpieza que a los efectos secundarios, me arranca una risa que me hace aflojar el agarre.
Mei, que está subiendo, empalidece al resbalarse unos centímetros la cuerda. Sus ojos orientales me maldicen en silencio, y yo lucho por mantenerme seria en un momento tan urgente como este. Lo cierto es que el cansancio y el hambre está afectando a nuestro comportamiento. Dormimos, pero no descansamos lo suficiente. La adrenalina y sentirnos constantemente en peligro nos drena la energía a una velocidad abismal. Por no hablar de las barritas, que por mucho que nos alimenten lo justo y necesario para sobrevivir, no nos sacian apenas. He pensado en beber bastante agua mientras digiero una barrita para que se infle y adquiera más tamaño dentro del estómago, aunque la escasez de agua es otro de los problemas a los que nos enfrentamos.
Estamos en las últimas.
Thago toma mi relevo al pisar el balcón, se pasa la cuerda por el hombro y yo aprovecho para inspirar una gran bocanada de aire que me despeje la mente, contemplando el cielo nocturno que envuelve todo el paisaje y que no ha terminado de oscurecerse. En la superficie las estrellas se diferencian de la negrura por su glorioso brillo que a veces tintinea y nos hace creer que son los dioses contestando a nuestras plegarias. Aquí no resaltan por encima de la oscuridad, sino que realzan el espectáculo de tonos azules y morados que se dispersan por todo el cielo y a través de la densidad de las nubes, creando un efecto de ensueño. Casi podría decir que aquí las estrellas dejan de ser dioses para convertirse en los anhelos de los humanos.
Y en este balcón, rodeada de personas delante del océano de estrellas de los Arcos Perdidos, me siento tan insignificante y sola que la desazón me oprime el pecho como una cuerda de espinas. Deslizo mi espalda por la pared hasta que toco el suelo. No importa cuánto me esfuerce por respirar o encontrarle un significado a mi vida, hace mucho que me despedazaron el alma. Porque se puede seguir vivo, aunque la llama interior se apague. Esa es mi tortura. Y el abismo, la esperanza de cumplir un cometido y la supervivencia constante que hace que oiga el tambor de mis latidos, mi salvación. Nunca había sido tan consciente de que aquella noche asesinaron a dos personas, no a una.
La mayor pérdida, además de mi hermana, fue mi propia vida.
Entonces, lo escucho de nuevo. El bombeo de mi corazón vivo al ver las manos desnudas de Kowl sobre la barandilla, al ver su figura oscura alzándose y saltando el cristal que nos separa y al sentir que, por un instante, cuando nuestros ojos colisionan entre sí, comparto mi sufrimiento con alguien que no necesita palabras para comprenderme. Jamás lo he hecho antes, excepto por la carta que le escribí a padre, que fue más una explicación que un desahogo por haber callado tantos secretos durante cinco años.
ESTÁS LEYENDO
©Piel de Cuervo (PDC) ROMANTASY
Fantasy🖤PREMIO MEJOR HISTORIA EDITORIAL SUBMARINO🖤 Trece chicos y chicas están a punto de participar en una expedición rumbo a las profundidades malditas del Abismo. Solo hay un objetivo: cosechar la Flor de Umbra para el Príncipe Cuervo. O eso es lo que...