15. Un mal presentimiento

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Cueva de los Espectros, 500 aps (Escala de presión abisal)

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Cueva de los Espectros, 500 aps (Escala de presión abisal)

Poco después de terminar mi guardia y de volver al refugio para descansar el tiempo restante junto a Kalya, que no me ha vuelto a dirigir la palabra porque aún está enfadada por lo de su cabello, nos incorporamos y recogemos nuestros enseres del refugio para proseguir con la expedición. A ninguno le apetece abrir la boca más que para bostezar.

Nos plantamos frente a la supuesta entrada correcta de la Cueva de los Espectros, un agujero de tamaño medio en el suelo, cerca del gran arco rocoso que simula ser la entrada principal. Kirsi encabeza la formación mostrándoles el mapa a Nadine y Arvin, que ladea la cara hacia nosotros:

—Recordad, pase lo que pase, nada de separarnos hasta llegar a la bifurcación que señalamos anoche en el mapa.

Dejamos atrás la paz del oasis, el murmullo del agua y la vegetación vívida y, al poner un pie en el interior, nos sumimos en una oscuridad que solo es iluminada por la luz tenue que se filtra desde el agujero y otras pequeñas grietas en el techo, lo cual es inquietante teniendo en cuenta que sobre la cueva supuestamente se yergue la imponente montaña que podíamos apreciar desde el oasis. Me pregunto si la montaña era una ilusión óptica o la luz tiene otro significado que no consigo comprender.

Vera y Gwyn se entrelazan los dedos a mi lado mientras saco la libreta para apuntar cualquier detalle que pueda ayudarnos a recordar el camino, aunque apenas me alcanza la vista para hacer bocetos sucios e imprecisos. El suelo está cubierto de una capa de tierra y rocas sueltas, marcado por el paso de criaturas desconocidas que deben de habitar este nivel del abismo, y las paredes de piedra áspera que se alzan a ambos lados están repletas de musgos y líquenes que brillan a la luz filtrada.

A medida que avanzamos los primeros metros del estrecho pasadizo, siguiendo las indicaciones del mapa de la expedición anterior, nuestra visión se va acostumbrando a la oscuridad. El aire se ha tornado denso y cargado de una humedad que nos supone un esfuerzo extra en cada respiración. A diferencia del oasis, la atmósfera aquí dentro es opresiva. Por no mencionar que más de la mitad de la tropa está tan asustada de lo que pueda estar cerniéndose en la oscuridad que procura incluso contener la respiración, detalle que a mi parecer es una tremenda tontería porque el sonido de los pasos resuena lo suficiente en la cueva como para alertar a cualquier bestia de nuestra presencia.

—¿Cómo eres capaz de centrarte en eso? —me pregunta Vera en bajito, refiriéndose al mapa que estoy dibujando en el cuaderno.

Porque vivo de mi secreto.

—¿Acaso no es nuestro trabajo? —le susurro al oído.

Vera hace un gesto de desagrado mirando a nuestro alrededor y asiente antes de sacar su libreta. Cuando se pone a ello, veo el terror en el temblor de sus dedos. Sigo sin entender por qué muchas de las personas que están aquí se presentan voluntarias si luego el miedo les impide cumplir con aquello que se les ha confiado. En Mhyskard no hay miedo que nos detenga del deber. No hay miedo ni siquiera de enfrentarse a la muerte cuando nuestro honor o nuestra gente está en peligro. Vivimos para morir entregándonos a nuestra gente hasta el final.

©Piel de Cuervo (PDC) ROMANTASYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora