29. La creación más cruel de la historia mhyskardiana

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Arcos Perdidos, 917 aps (Escala de presión abisal)

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Arcos Perdidos, 917 aps (Escala de presión abisal)

Crecí rodeada de las dagas favoritas de mi padre. Como general de la Muralla de Mhyskard, casi nunca las utilizaba en comparación con la espada a dos manos que le colgaba del cinturón de cuero antaño y que no pude empuñar hasta los diez años por lo pesada que era. Sin embargo, Orna amaba llevar dagas escondidas y yo empecé a hacerlo soñando con que algún día pudiésemos pelear juntas contra nuestro enemigo en común.

Misma sangre, mismo arma, misma guerra.

En la formación aprendí que una guerrera de la muralla de Mhyskard jamás se limita a un solo arma, porque nunca sabemos a qué bestia tendremos que enfrentarnos. Y a pesar de que tras el Tratado de Guerra Pausada el único ataque que sufrió Mhyskard fue el del Cantapenas de hace cinco años, siempre nos hemos preparado para lo peor.

Sí, una daga podría salvarme la vida si necesito zafarme o luchar contra un enemigo más o menos de mi tamaño, o incluso podría ayudarme a despistar a una bestia mayor, pero en este instante lo comprendo.

Cuando veo a los Picafauces descendiendo en picado hacia mis compañeros, tardo en reaccionar porque me quedan cuatro dagas y una de ellas es sagrada. Me siento desnuda hasta que Dhonos se descuelga el arco y recuerdo que tengo otro a mi espalda, el que cogí antes del armario, de algún Guardián caído hace diez años. Coloco una flecha y tenso la cuerda, apunto al Picafauces más cerca y...

Un sudor frío me recorre la espalda.

Es imposible.

Es imposible que podamos calcular el tiro debido a la velocidad de la bestia. Dhonos tampoco dispara su flecha, guarda el arco y desenvaina la espada colgada a su cintura.

—¡No os detengáis! —les grita.

Más que por Mei, temo por la vida de Tyro, que depende de ella. Y maldigo estar en lo cierto cuando lo deja caer desfallecido sobre la pasarela de madera para salir corriendo en nuestra dirección. La miserable no conoce el significado del honor hacia su propia gente. Bajo el arco y disparo a una tabla por delante de Mei, que alza la mirada estupefacta y entorna sus ojos rasgados en una amenaza al percatarse de que he sido yo quien le ha disparado. Sé que podría dispararle a la cabeza y me daría menos lástima que el Sacránimo de Gwyn.

—¡Voy a por Xilder! —grita Thago.

—¡No! Saca a Mei del puente —le ordeno avanzando hacia el saliente, pues Thago es un blanco demasiado grande como para llegar ileso hasta Tyro—. Yo iré a por él. Dhonos, ¿puedes cubrirme la espalda?

El Guardián asiente. Miro atrás, a Kowl extenuado por haber querido protegerme cargando con el sufrimiento que he cargado yo estos años. Me mira y cabecea, de acuerdo con el intercambio de emociones que hemos estado llevando a cabo. Solo un poco más. Necesito que siga reteniendo mis sombras solo un poco más y luego sacaré a Kowl de ese agujero oscuro, aunque me terminen consumiendo a mí.

©Piel de Cuervo (PDC) ROMANTASYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora