▪︎ FIVETEEN

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El trato de Artemisa

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El trato de Artemisa

La estatua que había sido Apolo hacía unos minutos tenía una expresión de pánico absoluto, pero ese pánico no se comparaba con el de Harry al ver al ex dios inerte.

Harry se levantó tratabillado. Todos los demás miraban asombrados la estatua de piedra negra. El pirata se acercó, jadeando de impresión, temblando. Sus manos acariciaron las manos extendidas de Apolo tras haberle empujado para salvarlo. Su rostro mortal, antes con manchas, pecas y mejillas sonrojadas, ahora estaba completamente helado.

Harry miró a Hela.

—Arréglalo —ordenó—. Haz algo.

—Yo... no puedo, no sé...

—¡Tú siempre tienes una idea! —chilló Harry con los ojos vidriosos—. ¡Siempre tienes un plan! ¡Siempre lo arreglas todo! ¡Arregla esto! ¡Cúralo!

El corazón de Hela se encogió al ver a Harry llorar tan desconsoladamente. Estaba sacudiendo aquella roca humana, rogando a Apolo su regreso.

Apolo lo había salvado. Fuera dios o mortal, el corazón de Apolo seguía siendo de oro macizo, puro y honrado. Hasta hacía un mes, Apolo había sido un estorbo en el Fish&Chips, pero, ahora... Ahora Harry no podía imaginar una vida sin él, sin sus canciones, sin sus apodos molestos o su risa alegre. Un mundo sin sol, un mundo sin luz.

De repente, la estatua se agrietó. Harry se apartó asustado. Vio la estatua agrietarse poco a poco, y creyó volverse loco. De las gritas comenzó a salir una luz dorada y despampanante. Cada vez había más luz; la piedra se hacía trizas. Hubo tantas grietas que pronto la estatua estalló e mil pedazos, tumbando a Harry y a los tantos otros de su alrededor al suelo.

Y allí estaba él: Apolo. Pero no Apolo el mortal designado a la Isla de los Perdidos, sino Apolo dios del Sol, de la Música, la Medicina y el Arte.

Apolo estaba más alto y muchísimo más musculoso, con su cabello rubio perfectamente peinado, su rostro moreno libre de manchas o acné. Una sonrisa de dientes blancos y perfectos, y unos grandes ojos azules, tan infinitos como el mismo cielo. El dios estaba ataviado con una túnica griega blanca con toques dorados, una corona de laurel, sandalias griegas y su legendaria lira mágica.

Apolo se miró a sí mismo asombrado.

Lo logré —jadeó pasmado.

Harry miró embelesado al dios. Era el hombre más hermoso que jamás había visto.

—Apolo —murmuró Hela—. Vuelves a...

|| And Ever || Carlos de Vil [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora