▪︎ TWENTY TWO

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Batalla divina

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Batalla divina

La noche había caído sobre los templos del Olimpo. Los héroes de Áuradon acaban de trazar un plan, y estaban a punto de actuar.

Así que Hades se dejó ver y atrapar. Los guardias de Zeus lo azotaron y capturaron tan fácilmente como le quitarías un caramelo a un bebé. Entonces, llegó Poseidón, con su armadura, su ejército de Nereidas y sus caballos de olas saldas. Afirmó que él sería quien llevase a Hades ante el rey, pues se lo debía. Los guardias escoltaron a ambos hermanos hacia la sala del trono.

Todo seguía igual. Con esos 12 tronos en los que Hades no tenía cabida ninguna. La mesa central de oro y mármol, las elegantes columnas griegas que se alzaban más de 10 metros hacia el cielo y sostenían el techo, cuyo tragaluz dejaba ver las estrellas en la noche.

Zeus estaba allí, con su túnica y su corona, en su trono. Y a su lado, una diosa increíblemente bella cuyas ondas cobrizas ocultaban su rostro y sus ojos verdes bosque como una cortina.

Hades sintió sus piernas flanquear al verla. Habían pasado 21 años ya, parecía un chiste de Mal gusto.

—Mis queridos hermanos —sonrió Zeus cínicamente—. Estoy tan contento de que te hayas unido a mi causa, Poseidón.

—Aprendí a escoger mis batallas después de tantos siglos, hermano —afirmó el moreno

Zeus se levantó del trono enjoyado lentamente.

—Bueno, Hades, por fin tienes lo que querías: estás en el Olimpo, con ejércitos a tus espaldas y con tú preciosa flor... ¿Qué dices, Perse, no es maravilloso? —Zeus tomó del mentón a la Reina del Olimpo. Su rostro ensuciado se contrajo de odio.

—Aparta tus sucias manos de ella —advirtió Hades.

En los oscuros pasillos que acorralaban la sala del trono, ya no había guardias. Al menos, no tantos. Con la noticia de que Hades se había entregado, todo estaba casi despejado.

Hela, Harry y Carlos estaban detrás del altar del Rey y la Reina del Olimpo, donde Perséfone estaba atada a una columna con cadenas forjadas en hierro y oro imperial. El resto de sus compañeros seguían el perímetro tratando de rodear y esconderse alrededor de toda la sala del trono.

—Si pierde el control, adiós victoria —Carlos dijo a Hela.

—Conozco a mi padre. Hará lo que sea para proteger a los que ama de verdad. Lo conseguirá. Por Perséfone y por nosotras.

—Tengo mucho con lo que sofocarte, Hades —Zeus siseó su nombre como un insulto, avanzando hacia él y Poseidón—. Cariño, no seas maleducada. Saluda a nuestros hermanos.

Los ojos de Hades recayeron con horror sobre Hera. Al igual que Perséfone, estaba atada. Pero mucho más deshecha, con el vestido blanco hecho gironés, el pelo dorado revuelto y los ojos vidriosos. Tenía una brecha con icor en la frente, y trataba de chillar tras la mordaza de su boca.

Apolo estaba a su lado de igual manera. Se mantenía sereno, pero estaba peor de cómo había ido a la Isla de los Perdidos. Lo único que cambiaba era la magnitud de sus músculos, la perfección de todo su ser y el brillo de sus ojos. Pero el Apolo que Harry había conocido, con todos sus pros y sus contras, seguía ahí.

—Suéltala —ordenó Hades.

—Ella estaba libre, Hades. Éramos completamente felices hasta que tú llegaste y te entrometiste —la voz de Zeus estaba teñida de furia—. ¡Lo arruinaste todo! —lanzó un rayo al otro lado de la sala—. ¡Este era mi reino! ¡Lo ha sido desde hace más de 4.000 años! Y ahora, nadie me respetan. Mis hijos y hermanas me han dado la espalda. Solo me queda un tercio de lo que mi imperio era... No sabes lo que es eso.

—¿Que no lo sé? —Hades frunció la boca indignado—. He estado casi 21 años en una isla hasta el cuello de mierda, sin nada que comer y ni una sola gota de ambrosía para fortalecerme, volviéndome completamente loco.

» He tenido allí a dos hijas. Dos mestizas con menos poder que yo, que han nacido en la basura con una madre maltratadora que casi acaba con sus vidas. Y yo no pude hacer nada. Tú sí que no sabes lo que es eso, porque tú no quieres a nadie salvo a tu trono y a ti mismo.

Zeus se acercó amenazante, pero Poseidón se interpuso.

—No creemos caos, hermanos. Si Hades se ha entregado, es porque viene en son de paz. Que esa paz prevalezca.

Hela miró a Carlos y Harry.

—Vale, no creo que cierre la boca durante mucho... Quedaos aquí.

—¿Qué? —exclamó Harry.

—¡No, Hela! —pidió Carlos, pero Hela ya se había deslizado tras el trono.

Los dioses estaban demasiado ocupados echándose en cara todo lo que el otro había, o no, hecho. Nadie vio cómo Hela serpenteaba sigilosa hasta la columna donde Perséfone estaba atada. Sacó su daga; Perséfone la sintió.

—Voy a sacarte de aquí, tranquila —aseguró—. Tienes que ayudar a papá.

Hela logró cortar las cadenas con su daga mágica y Perséfone la miró a los ojos; era una de las diosas más hermosas que había conocido.

Perséfone se recompuso en seguida, con su vestido rojo intenso sobre su piel dorada. Zeus la sintió, y solo le dio tiempo de girarse antes de que unos rosales lo lanzarán metros lejos de su posición.

—¡Ahora! —chilló Hades. Los héroes de Áuradon salieron corriendo hacia Zeus, pero él fue rodeado por su ejército.

Un rayo saltó de repente e iluminó la espantosa escena. Los poderes de los dioses estaban desatados, se los lanzaban de unos a otros. Los mortales intentaban esquivarlos y defenderse con puños y mandobles de los guerreros de ojos dorados.

Hela se dispersó y liberó a Hera y Apolo.

—Corred —les ordenó, viendo que estaban demasiado heridos para luchar en nombre de nadie.

Zeus tenía a dioses de su parte: Deméter, Dioniso. Hefesto. Mucho poder y muchos guerreros. Logró retirar a algunos dioses y a la mayoría de los mortales. Evie y Ben estaban agotados, a Uma le habían roto un par de costillas y a Jay lo habían destrozado y dejado en el suelo.

La batalla era sangrienta y violenta. Mal se estaba quedando sin hechizos y Harry casi no podía respirar con la rapidez a la hora de lanzar mandobles. Hela usaba todo su poder, pero no era suficiente. No era nada, comparada con aquellos dioses, algunos de los cuales también caían en redondo.

El icor resbalaba por los labios de Hades, hincado en el suelo. Zeus lo agarró del pelo con fuerza y lo obligó a mirarlo. Lucía una sonrisa victoriosa en la boca.

—Yo soy el rey, hermano mío. El poder es mío, el trono es mío, y mía será también tú muerte.

Zeus se alejó solo un poco, mientras un agotado Hades yacía en el suelo. En su mano se iluminó un relámpago cargado de poder, completamente letal incluso para un dios.

Hades supo que ese era su final.

Zeus lanzó aquel rayo, pero nunca llegó a alcanzarlo.

|| And Ever || Carlos de Vil [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora