|| And Ever || Carlos de Vil [3]

▪︎ TWO

Haciendo tratos

Harry estaba desesperado. Tan desesperado que se plantó en la puerta de Dragon Hall aquel día, esperando a que Hela saliese para hablar cara a cara con ella. El sol que pasaba por la cúpula de la Isla denlos Perdidos de tal forma que allí, con la chaqueta de cuero roja, Harry se estuviera asando.

Al fin vio salir a la hija de Hades revisando y guardando el papeleo en su bolsa. Harry estaba parado justo frente a la puerta, a unos metros de ella. A la chica no le fue muy difícil verle y se acercó con una mueca de asombro.

—Harry —saludó—. Hola.

—Necesito que hagas algo con él —habló Harry de inmediato, sin querer que ella pensara que había vuelto para ser su amigo.

—¿Con él?

—Apolo —respondió el pirata—. Es una carga. Nunca hace nada y se dedica a comer allí de gratis quejándose de que su vida es una mierda mientras que Úrsula me mira por encima del hombro cada vez cojo un plato de la cocina. Se está volviendo insoportable.

Hela hizo una mueca. Pensaba que Harry había venido para hablar, no para expresar sus quejas y solicitar que Hela lo arreglase. Hela sabía que se había equivocado profundamente, pero quería cambiar aquello.

—Está bien. ¿Puedo ir contigo al Fish&Chips? Hablaré con él y luego... me iré.

Harry miró a la chica con pena. Su ego no le dejaba escucharla, el miedo a que fuera como toda esa gente de Áuradon que solo te dice lo que quieres oír para conseguir lo que ella quiera. Pero, realmente, echaba mucho de menos su relación con Hela, las bromas, la complicidad.

Finalmente, Harry guio a Hela hasta el Fish&Chips. Le preguntó un par de cosas de cómo le iba la vida, y ella respondió que bastante bien. Le explicó a Harry que Mal, Evie, Carlos y Jay vendrían para dar comienzo a la selección de cuatro nuevos hijos de los villanos que irían a Áuradon. Aquella idea estremeció a Harry. Él sabía que no iría, pero una mísera parte de él soñaba con sentir aquel sol en su piel.

Ambos llegaron al Fish&Chips, donde vieron a Apolo sentado en una mesa con las piernas arriba mientras resolvía un crucigrama. No se precató de la presencia de ambos hasta que estuvieron frente a él.

—¡Corazón! —exclamó con una deslumbrante sonrisa—. Qué alegría me da verte. ¿A que no sabes qué? Estoy arreglando un piano de pared para tocar aquí; podremos hacer duetos, amor.

—Apolo —dijo ella en tono de advertencia—. Te dije que llegaría a perdonarte si ayudabas a Harry. El piano es secundario. Quiero que lo ayudes.