Navidad

25 4 5
                                    

Uno de los días que Iván más amaba, no solo porque el cumpleaños del amor de su vida era un veinticuatro de diciembre, sino porque Tomás le permitía hacer todas las decoraciones que quisiera, acabando por llenar la casa de tanto rojo, verde y blanco que acabaría hundiendo hasta al mismo Grinch en el espíritu navideño de Iván.

—Amor, ¿Qué haces ahora? —El minino escuchó la voz de su esposo y removió sus esponjosas orejas, bajándose del banquito donde se había subido para continuar colocando unas cuantas guirnaldas.

—Ya van a llegar. —Hizo un puchero Iván, acercándose a su pelicafé—. Y no luces allá, allá y allá también. —Señaló respectivamente.

—Bebé, ya hemos hablado de esto. La casa está hermosa, no te preocupes más ¿De acuerdo? —Tomás se estiró para colocarle a Iván el gorrito de Santa, doblando la punta de este y asegurándose de que no esconda sus felpudas orejas. Él, por su parte, se colocó las astas de los renos—. Listo ¿Ves cuán hermoso te ves?

—Yo quería ser reno.

—No, no, ni lo pienses, gato engreído. —Tomás suspiró, cruzándose de brazos—. Ya lo hablamos, lo que menos quiero es que cuando la visita llegue, note que ya me pasaste. No te lo voy a permitir.

Iván sonrió, moviendo su larga cola. Él y Tomás habían prometido mantenerlo en secreto, pero la última vez que se midieron, hace algunas semanas, Iván ahora medía metro con setenta y cinco, mientras Tomás se mantuvo en su metro con sesenta y siete. No se “notaba tanto” la diferencia de tamaños, pero para el mayor fue un golpe directo en su orgullo.

—Soy Santa y vos reno. —Afirmó Iván.

—Se dice “Vos mi reno”, amor.

—Vos mi reno.

—Muy bien. —Tomás se inclinó y besó sus labios—. Pero ya no sigas creciendo. Mira que si para la próxima navidad esto perdura, te prometo que serás un duende ¿Vale?

—¡Vale! —Aunque Iván no tenía idea de cómo hacer para no continuar creciendo.

Después de un beso, Iván se dedicó a bañar, cambiar y vestir a sus hijos con todo el espíritu navideño que tenía. Ian fue un hermoso reno de cuatro años, Samantha una Mamá-Claus de dos y Sebastían un duende de un añito cumplido hace poco.

Dejando que Ian y Samantha disfruten de los decorados de la casa y saquen sus juguetes a la sala de estar mientras Sebas descansaba en su cuna, Iván se acercó para asegurarse de que Tomás tuviera lista la cena, sonriendo y meneando sus orejas al escuchar el dulce cantar de su amado, moviendo sus caderas de lado a lado.

Él quiso acercarse para rodear la cintura de su esposo y llenar su cuello de besos, hasta terminar jugando nuevamente en la cocina, pero sabía que no era correcto. Aunque imaginarse a Tomás renegando debido a que Iván ya era más alto que él y ahora era el felino de cola larga quien rodeaba la cintura del otro, era algo que Iván adoraba oír.

Porque aunque llegara a medir dos metros, él siempre sería el pequeño bebé de Tomás. Pase lo que pase.

Sus orejas se menearon una vez oyó el timbre, sacándolo de sus pensamientos y devolviéndolo a la realidad, justo a tiempo para ver a Ian corriendo hacía la puerta, pegando su oreja esponjosa a la madera.

—¿Quién es? —Preguntó el pequeño.

—La vieja Inés. —Ian sonrió emocionado al oír la voz de su tío Rodrigo, así que abrió la puerta sin dudarlo, recibiendo al castaño felino que lo tomó en brazos y al instante lo puso de cabeza, haciéndolo reír.

—Rodrigo… Te he dicho que dejes de hacer eso. —Detrás del castaño entró Germán, siendo seguido por Alexis, quien observaba la joven pareja con una mirada llena de resignación.

𝐍𝐄𝐊𝐎 𝐂𝐎𝐑𝐏𝐎𝐑𝐀𝐓𝐈𝐎𝐍 ── Spreen and RobleisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora