La primera luz del amanecer comenzaba a filtrarse por las ventanas cuando Charles y Alessia regresaron al departamento. Habían pasado la mayor parte de la noche paseando por las tranquilas calles de Mónaco, conversando sobre sus sueños, sus miedos y los pequeños detalles de la vida que les hacían sonreír. Había sido una noche mágica, un refugio del bullicio del mundo exterior, y ambos parecían reacios a dejar que terminara.
—¿Te gustaría ver el amanecer? —preguntó Charles en voz baja mientras cerraba la puerta detrás de ellos, su voz cargada de una suavidad que solo reservaba para momentos como este.
Alessia asintió, devolviéndole una sonrisa que parecía contener todo el cariño que había ido acumulando por él en esas horas compartidas. Sin decir una palabra más, Charles la tomó de la mano y la guió hacia la terraza del departamento.
La vista desde allí era espectacular. Mónaco dormía bajo una capa de penumbra, con las primeras pinceladas de luz del día reflejándose en el Mediterráneo. La brisa fresca acariciaba sus rostros mientras se acomodaban en un sofá amplio, cubiertos por una manta gruesa que Charles había tomado antes de salir. Alessia se recostó contra su pecho, dejando que el latido de su corazón marcara el ritmo de la tranquilidad que la envolvía.
—Nunca me canso de este momento del día —murmuró Charles, su voz un susurro contra el cabello de Alessia—. Todo parece tan... nuevo, como si el mundo se reiniciara cada vez que sale el sol.
Alessia levantó la vista hacia el horizonte, donde el cielo comenzaba a teñirse de tonos rosados y naranjas.
—Es como una promesa de que siempre hay algo bueno esperando —respondió, sus palabras cargadas de una reflexión que no esperaba compartir, pero que fluía con naturalidad al estar con Charles.
Charles asintió, sus ojos fijos en ella más que en el paisaje.
—Y aquí, contigo, siento que esa promesa se cumple.
La intensidad de sus palabras hizo que Alessia girara para mirarlo, sorprendida y emocionada al mismo tiempo. Charles no apartó la mirada; sus ojos estaban llenos de una sinceridad que la dejó sin aliento.
—Charles... —empezó, pero el peso de sus emociones la detuvo.
—No tienes que decir nada —dijo él, llevando una mano a su rostro para acariciar su mejilla con ternura—. Lo siento, Alessia. Lo siento cada vez que estoy contigo.
El nudo en la garganta de Alessia comenzó a disolverse, reemplazado por una calidez que parecía extenderse por todo su ser. Se inclinó ligeramente hacia él, permitiendo que la cercanía entre ambos hablara por ellos.
—Nunca pensé que me sentiría así —confesó en un susurro, sus ojos llenos de honestidad—. Es como si todo encajara, como si el universo hubiera estado esperando que llegáramos a este momento.
Charles sonrió, esa sonrisa suave y desarmante que siempre lograba tranquilizarla.
—La vida tiene formas curiosas de juntar a las personas, pero estoy agradecido de que nos haya llevado hasta aquí.
La conversación se desvaneció mientras ambos volvieron a contemplar el amanecer. La luz del sol comenzaba a bañar la ciudad, revelando sus colores vibrantes y despertando a su gente. Sin embargo, para ellos, el tiempo parecía haberse detenido, atrapándolos en un instante perfecto.
Después de un rato, Alessia levantó la cabeza, mirándolo con una mezcla de duda y esperanza.
—¿Qué pasará ahora, Charles?
Él la miró con una firmeza que no admitía dudas.
—Lo que queramos que pase —respondió, tomando sus manos entre las suyas—. No sé lo que el futuro nos tiene preparado, pero quiero descubrirlo contigo.
Alessia sintió que una lágrima escapaba de sus ojos, no de tristeza, sino de una felicidad que no sabía que podía sentir.
—Entonces no hay nada que temer —dijo, sonriendo a través de las lágrimas—. Estoy contigo.
Charles se inclinó hacia ella y la besó, un beso lleno de ternura y promesas. En ese momento, el amanecer no solo marcaba el inicio de un nuevo día, sino el comienzo de algo más profundo, algo que ambos estaban decididos a explorar juntos.
Mientras el sol ascendía por completo en el cielo, iluminaron sus rostros bañados de luz dorada. Permanecieron en la terraza, compartiendo historias, risas y silencios cómodos. Era como si, en ese pequeño rincón de Mónaco, hubieran encontrado su propio pedazo de eternidad.
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24/7 ▬▬ Charles Leclerc
FanfictionFelicidades eres una de los ganadores del pase VIP para la carrera de la formula 1 en Mónaco