Capítulo 8

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Dana, como de costumbre, apenas pudo dormir aquella noche.

Los nervios le consumían por dentro, su inquietud procedía del desconocimiento, del no saber qué iba a suceder, cuando normalmente lo tenía todo bajo control. A esto se sumaban los lamentos de sus compañeras, que eran más constantes y lacrimógenos que de costumbre, pidiendo al cielo en forma de oración no perecer en lo que fuera que les esperaba al día siguiente.

No aguantó más tumbada en la cama, así que se levantó y repitió su rutina diaria de lavarse la cara con agua helada; sus ojeras estaban algo más pronunciadas que de costumbre, su rostro hizo un buen trabajo en exponer su cansancio. Suspiró, no era de esas personas que se preocupaban demasiado por su aspecto —estéticamente hablando—, pero obviamente no le resultaba atractiva la idea de parecer un muerto viviente.

Aunque esto último sería la descripción perfecta para su estado actual.

Se recogió el pelo en una coleta sin mucho detenimiento y volvió a su litera, Grace seguía dormida. Se sentó sobre el borde de su cama lentamente para así no hacer ruido y comenzó a calzarse, odiaba esos zapatos, tan incómodos y rígidos.

—Buenos días.

Levantó la mirada, Grace ya había despertado, estaba todavía bajo las mantas, apoyada sobre un codo, con un rostro aún cansado, se frotaba el rostro con el fin de apartar su alborotada melena de su campo de visión.

—Buenos días —contestó Dana—. Ayer no tuve tiempo de disculparme por mi actitud —aclaró tras unos instantes de silencio.

Grace negó con la cabeza.

—Es culpa mía, no debí reaccionar así —sonrió levemente, aún con expresión agotada, apoyándose sobre sus manos para incorporarse—, entiendo tu preocupación, pero no deberías estarlo, créeme, simplemente no me gusta hablar de ello.

El rostro de Dana pareció relajarse, llevándole a continuar con sus rutinarias tareas de mañana, sin embargo, el rostro de Grace reflejaba amargura y culpabilidad, pensó en contarle a Dana toda la verdad, aunque eso implicase echar a perder el plan, aunque eso pudiera meterle en problemas, esto último le traía sin cuidado, con la mera idea de escapar ya estaban hasta el cuello.

Estuvo cavilando sobre si decirle o no a Dana, se levantó con decisión con un "a la mierda" resonando en sus pensamientos, y en el preciso instante en el que iba a tocar su hombro para así atraer su atención y vomitar todo lo que tenía dentro de sí, la sirena exclusiva para los "verdes" comenzó a sonar, haciendo que más de una recluta de rango inferior se tapara los oídos con la misma almohada y se quejasen. No era la sirena a la que estaban acostumbrados, su sonido era diferente, no por ello menos estridente que la sirena de siempre.

Dana y Grace, con gesto de disgusto, se encaminaron hacia el salón de actos. Fue en ese momento, viéndoles caminar como almas en pena por el pasillo, en el que Dana se percató los escasos que eran los reclutas de mayor rango, a pesar de haber estado únicamente con ellos con anterioridad, en los ensayos, se sentía vacío no ver como Brea reía ante las burlas de Barrett hacia Grace, o a las chicas de turno cotilleando sobre absolutamente todo.

Tal y como si hubiera leído su mente, Barrett apareció detrás de ellas, sonriente como siempre, y con una actitud bastante relajada teniendo en cuenta lo qué les esperaba al otro lado del umbral.

—¿Preparadas, chicas?

Grace asintió, algo dudosa. Dana no reaccionó.

—Te ves muy tranquilo —apuntó Dana, con su clásico tono monocorde.

Él seguía sonriendo, no pareció ofenderle su observación, había tomado esta como un apunte y no una acusación.

—Ya he estado en otras misiones antes, sé más o menos qué vamos a encontrarnos.

EL RENACER DE LOS REBELDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora