Capítulo 21

6 1 0
                                    

Dana avanzaba de forma cautelosa por el páramo yermo en el que se había convertido el Pandemonio, arma en mano, y con el dedo pegado al guardamonte, apenas rozando el gatillo, preparada para atacar. Aprovechó para observar el que era su hogar: el Pandemonio nunca fue un lugar demasiado cuidado, era lo más parecido a un barrio marginal, sustentado sobre remaches y chatarra, pero la rebelión y los ataques posteriores a los que ahora se enfrentaban habían conseguido lo imposible, que era que aquella zona obrera, una de las nueve que escoltaban los alrededores del Alcázar, cada una destinada a una misión, luciese incluso peor.

La rebelión sí causó estragos, pero la labor del Gobierno se centró más en descubrir núcleos y escondites de rebeldes más que en destruir los mismos, por lo que los daños colaterales fueron mínimos a ojos de Tenebra.

Ahora el aspecto que poseía antes de la rebelión era un mero recuerdo, y los ciudadanos temían que su división estuviese por convertirse en una mera zona de paso ahora que estaba prácticamente reducida al escombro.

No había nadie por la calle, probablemente presa del miedo. Incluso durante la rebelión, la gente salía a la calle e intentaba hacer vida normal, quizá para lucir inocente y evitar una redada de los soldados enviados ahí por Tenebra.

Pero no, en aquel momento Dana sólo podía oír sus propios pasos y el silbido del viento sobre el escombro, casi como si se estuviera quejando. No le fue difícil moverse por las calles, ahora que aquel sentimiento tan aturdido por la repentina recuperación de su memoria había desaparecido, conocía las calles como la palma de su mano, sólo debía concentrar su atención en esquivar las posibles ruinas y derrumbamientos en su camino.

Sin embargo, sentía que el viento no era el único compañero en aquella solitaria y arriesgada cruzada, sentía algo moverse, clavando sus pisadas sobre las huellas de las de ella. Continuó caminando por un rato, tranquila, arriesgándose a ser disparada por quien fuera que iba detrás de ella; sentía que sus pisadas eran torpes, por lo que no conocía la zona y simplemente le seguía a ella. No era Ethan, hubiese gritado su nombre seguro, tenía que ser un recluta de la base.

Se metió sin previo aviso por un callejón ciertamente estrecho, eso le haría ganar tiempo. Consiguió salir de dicho callejón en tiempo récord, escondiéndose en el edificio que quedaba a la izquierda. Comprobó muy lentamente si el tambor contenía balas, y pudo oír cómo el sujeto cargaba la suya. El sujeto, cuya identidad Dana no había sido capaz de revelar todavía caminaba en posición de guardia, con el arma ya preparada, listo para disparar en cuanto fuese capaz de salir de ese callejón, que lucía a punto de atraparle entre sus muros en cualquier momento.

—Yo que tú bajaba el arma, amigo.

Apenas dio tiempo al cañón a asomarse y que el individuo mostrase su cuerpo entero, que oyó como a su izquierda, un arma se cargaba. Dana le miraba como un cazador a su presa, sin mover la vista ni un milímetro. El muchacho era obviamente un recluta, podía comprobarlo ahora que iba sin casco, pero era extraño, se veía casi malnutrido y débil. Tendría más o menos la misma edad que Dana, tenía la piel morena, casi de un color caramelo, rasgos de los antiguos llamados hindúes y el pelo negro, acompañando a unos ojos oscuros y ferales que reflejaban el deseo de acabar con su vida.

—Bajaré mi arma cuando tú lo hagas.

Dana reprimió el deseo de burlarse de tal petición.

—Eso no va a ocurrir, ¿crees acaso que soy nueva?

—Entonces me temo que estamos en un punto muerto —replicó, completamente impasible, cosa que sorprendió a Dana, pocos eran los reclutas que no caían presos del pánico cuando se les daba un arma.

Se quedó pensando por unos instantes en una excusa que pudiera convencerle, pues sus intenciones no eran en absoluto matarle, es más su presencia le resultaba ciertamente irrelevante. Entonces pensó que, si él era un recluta de la base, tenía que haber sido enviado por Brooks, y que éste estaría escondido por ahí cerca, querría tener todo bien atado para no levantar ampollas entre los miembros más distinguidos de Tenebra, y desde la base, que quedaba más allá del ahora solitario pinar de las afueras, las comunicaciones eran demasiado pobres como para captar la señal que podrían enviar los reclutas.

EL RENACER DE LOS REBELDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora