Capítulo 17

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Ethan contemplaba el cuerpo inconsciente de Dana con una expresión indescifrable. No se podía adivinar qué pasaba por su mente en aquel momento.

Por otro lado, él sentía una punzada en el corazón cada vez que ella respiraba, por supuesto, sentía alivio, pero temía que a cada bocanada de aire la vida podría irse lentamente a través de sus pulmones, sentía el oxígeno como un bien preciado que se estaba derrochando, y que ella debía guardar para el momento en el que despertase.

Porque iba a despertar, estaba seguro. O al menos eso se repetía una y otra vez como un mantra.

De vez en cuando, ella hacía amago de abrir los ojos, pero siempre resultaba ser falsa alarma.

Nadie se atrevía a acercarse a él, y quien lo había hecho, había sido cruelmente atacado por su indiferencia y falta de respuestas.

No comía o bebía, no iba al baño, no hacía nada que requiriese apartar la vista de ella.

Había llegado el punto que el enfermo parecía él, teniendo que obligarle a beber a través de una pajita, porque habían pasado dos días y Dana no despertaba, así que debían de hacer algo o moriría de sed.

El ambiente de la habitación resultaba asfixiante, y sus amigos se peleaban por ver quién era el que entraba a ayudarle, bueno, más bien se peleaban porque ninguno quería entrar.

—Tenemos que sacarle de la habitación como sea —murmuró Xander desde el exterior.

—¿Y cómo pretendes hacerlo, genio? —replicó Grace, alzando la voz dentro del volumen bajo que estaban manteniendo —. Ni siquiera se mueve para hacer sus propias necesidades.

Habían intentado todas las maneras posibles, incluso intentaron arrastrarle en un momento dado, pero él se dejaba caer como peso muerto y resultaba imposible.

Incluso los propios miembros de A.R.C.O habían intentado ayudar, especialmente Jace, quien se sentía enormemente culpable de lo sucedido.

Había pasado otro día más, y se podía sentir la sequedad en los ojos de Ethan, quien solo apartaba la mirada de Dana para pestañear.

—Se acabó —anunció Xander, con determinación—, le voy a sacar de ahí por las buenas o por las malas, llega a ser un coma y se suicida.

Alguien interpuso un brazo frente a él, para su sorpresa, no fue Grace, sino Barrett.

—Espera. Tengo una idea.

—Espero que tu idea no sea contarle chistes malos hasta que salga de ahí, huyendo despavorido —Grace se cruzó de brazos, escéptica. Barrett dibujó una ligera sonrisa en su rostro.

—No, pero lo dejaremos como plan B. Tengo numerosas maneras de incordiar a la gente.

Con esa sonrisa todavía en su rostro, dejó atrás a los poco confiados de sus amigos, quien le dedicaron una mirada de sospecha, colándose en la habitación y cerrando la puerta de la misma.

La habitación había sido cedida por una de los rebeldes, era de lejos la más luminosa. Poseía un pequeño ventano en el punto más alto de una de las paredes, una cama, donde reposaba Dana, y dos sillas traídas del salón principal, donde en una de ellas ahora se sentaba Ethan.

Barrett dudó unos instantes antes de hablar. Por primera vez, no sabía qué decir.

—Vete.

Se sorprendió al comprobar que Ethan había decidido abrir la boca por primera vez en días. Dijo esto sin mirarle, y él aprovechó esta falta de contacto visual para reprimir una ligera sonrisa.

—Vuelves a hablar, eso es un avance —dijo con toda la amabilidad que supo reunir. Ethan no pareció sucumbir a sus encantos.

—Barrett, márchate.

EL RENACER DE LOS REBELDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora