GRACE
No hay nada que recuerde sobre mí, o sobre mi vida anterior, pero recuerdo perfectamente el día que llegué ahí.
Me sentía mareada, con ganas de devolver, pero al mismo tiempo sentía mi estómago vacío, la garganta me ardía, me dolía la cabeza con tal pesadez que sentía que hacía días que no dormía. No podía confirmar esto último, no recordaba quién era o nada sobre mí, y tampoco sabía dónde estaba.
—Parece que se está despertando.
Una voz masculina, suave pero algo ronca, me despertó. Abrí los ojos lentamente, aún con las cuencas algo doloridas y atisbé a un grupo de unas cuatro personas que me miraban con expectación. Mi atención fue directa a un muchacho que me observaba con una ceja enarcada, se veía más pendiente de mí, sentí en aquel momento que fue él quien había avisado sobre mi despertar.
Era guapo, mucho. No recordaba a ninguno de los chicos que había conocido en mi vida, pero dudo que pudieran compararse a él.
Una vez pude centrar del todo la vista, me incorporé y observé mi alrededor, parecía encontrarme en una especie de salón de actos, el suelo era de madera y relucía como si estuviese recién barnizado, y había un pequeño semicírculo elevado a modo de escenario decorado con unas cortinas de terciopelo rojo. En las paredes del salón había varias láminas gigantescas con rostros de aspecto severo, acompañadas de lemas de idolatría a un gobierno el cual desconocía.
—¿Quiénes sois? —pregunté por fin, con voz entrecortada—. ¿Dónde estoy?
Los chicos se miraron entre sí, no había ninguna pista en sus rostros que me dijese lo qué podrían sentir en esos momentos, probablemente estaban en busca de alguien que pudiese proporcionar una respuesta. Hubo silencio por un momento. Debían de sentirse igual de perdidos que yo.
Uno de ellos se rascó la nuca, nervioso.
—La cosa es...que nosotros tampoco lo sabemos.
Como no especificó, asumí que estaba respondiendo a ambas preguntas. Froté mis ojos, aún resentidos.
—Esto es una broma, ¿verdad?
Todos vestíamos igual, de camisa blanca y pantalones grises, todos los conjuntos eran de una talla única, por lo que algunos se sentían apretados y a mí me venía bastante holgado. Todos adoptamos una postura recta y sólida cuando una mujer de mediana edad se aproximó hacia nosotros, con un gesto perverso. Miré mis manos con una expresión de incredulidad, tuve que encogerlas y desencogerlas un par de veces; sentía como si alguien controlase mi cuerpo, o como si este hubiese reaccionado de forma automática.
—Buenas a todos y bienvenidos —anunció con voz solemne, haciendo que el eco su voz retumbara en las paredes del salón.
Tragué saliva, no estaba en pleno uso de mis facultades pero podía determinar que aquella mujer no tenía buenas intenciones. Miré ligeramente hacia mi izquierda justo donde se situaba aquel chico, mantenía la mandíbula apretada y no parecía estar de muy buen humor, como si fuese consciente de lo que estaba pasando. No fui consciente de que me había quedado mirando cuando él hizo contacto visual conmigo y tuve que apartarme.
Qué vergüenza.
—Bueno —la mujer entrelazó sus huesudas manos—, os estaréis preguntando por qué estáis aquí.
Todos asintieron menos yo, nada de eso me inspiraba confianza.
—Os vamos a dar la oportunidad de servir al régimen. En las próximas semanas se os va a entrenar, y posteriormente un rango adecuado a vuestras habilidades, espero que no nos decepcionéis.
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EL RENACER DE LOS REBELDES
Ciencia FicciónEn un futuro distópico no demasiado lejano, un grupo de jóvenes despierta sin recuerdos en una base en la que serán entrenados para luchar por un Gobierno del que no poseen constancia, entre esos jóvenes, destacará un grupo de silenciosos rebeldes q...