Capítulo 11

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Fueron de nuevo guiados por Xander, que mantuvo la postura que acostumbraba a tener mientras hacía guardia, debía mantenerse alerta en el caso de que alguien apareciese y tuviera que mantener su tapadera. Subieron por las mismas interminables escaleras, hasta dejar atrás aquella estancia subterránea.

Caminaron por pasillos que jamás habían tenido oportunidad de visitar, se dieron entonces cuenta que había más de una manera de escapar de ahí, y que dichas maneras estaban sumamente protegidas. Los reclutas observaron, curiosos, como Xander abría algunas puertas con una llave o tarjeta especiales, pues lo hacía con tal velocidad que era imposible ver por dónde introducía estas, resultaba lógico pensar que debían utilizar estas con la mayor discreción posible, pues podría darse el caso hipotético y casi imposible de que alguien ajeno al sistema les pillase infraganti.

Sin embargo, no era difícil de darse cuenta que esas instalaciones era, si cabe, aún más complejas de distinguir entre sí que los pasillos sobre los que caminaba Dana con el resto de sus compañeros; se sentía como un laberinto, cualquiera diría que estaba diseñado así aposta para evitar huidas esporádicas.

Se ve que no lo tenían todo tan bien atado.

Se sentían nerviosos, tampoco tenían demasiado claro qué iban a hacer, si continuarían esa travesía juntos o por separado. El tema de recuperar sus identidades había pasado a un segundo plano, de hecho, apenas habían tenido tiempo de pensar en nada. El cambio repentino de opinión de Xander había hecho que la euforia y emoción inundasen sus cerebros hasta el punto de que simplemente les importaba escapar.

Llegaron por fin a una pasarela alargada, el material de esta parecía más moderno y maleable que el de las paredes en las que habían estado encerrados por meses, las paredes eran blancas, de lejos la estancia más luminosa en la que habían estado, aunque el cerebro de los muchachos asociaba esta con la libertad, por lo que quizá eso también influyó en la percepción que tenían del pasillo.

—Una vez crucemos este pasillo accederemos a una pasarela que nos llevará al exterior —anunció Xander.

Exterior. Qué bien sonaba esa palabra.

Grace, Brea y Barrett lo celebraron con unos muy silenciosos y breves gritos de felicidad, Ethan y Dana lucían aliviados. En el camino ya parecían haber asimilado la idea de la libertad, por lo que empezaron a planear sin ton ni son lo qué iban a hacer una vez fuera de ahí. Dana se limitaba a asentir, no le agradaba la idea de no haber recuperado la memoria aún, pero optó por no intervenir.

—¿Nerviosa, Dana? —Ethan, que ahora caminaba junto a ella, habló en el tono irritante que ya no acostumbraba a utilizar con ella, sólo que reducido al mínimo.

—Un poco —hizo ademán de sonreír, pero se detuvo al instante al comprobar el rostro de Ethan, que parecía expectante de que eso sucediera—, bueno, es lógico, ¿no?

—Claro —seguía sonriendo, pero era sincero, cosa que extrañó a Dana.

—¿Por qué sonríes así? Es espeluznante.

Ignoró su comentario, todavía sonreía.

—Quería darte las gracias —Dana enarcó una ceja, absolutamente confusa—, gracias por darme una oportunidad.

Ella levantó su mano, con la intención de que detuviera su discurso.

—No te emociones, yo no diría eso.

—¿Y cómo lo dirías?

—Simplemente te tolero —admitió finalmente, mirando al frente.

—Qué bonito —se llevó la mano al pecho, de manera dramática—, ¿a qué poeta le has robado esa frase?

EL RENACER DE LOS REBELDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora