Capítulo 7

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El plan que habían puesto en marcha Dana y el resto no se había podido poner todavía en práctica. Con la sospecha de que se avecinaba una misión, Dana, Grace y Barrett habían recibido más preparación de la que estaban acostumbrados, impidiendo así la búsqueda de datos sobre sus verdaderos "yos".

Recibían entrenamientos físicos más dinámicos y exigentes, Dana llevaba esto mejor de lo que se esperaba, su esguince estaba curado casi por completo y no era más que una leve molestia que podía soportar con normalidad. Las clases más teóricas y que requerían un esfuerzo más mental, por llamarlo de alguna manera, eran cada vez más enrevesados. Todo esto, lógicamente, dependía del rango, pues únicamente eran los de rango más alto quienes tenían la oportunidad, por decirlo así, de acudir a una misión. Es por esto que Grace, Barrett y Dana habían notado más este cambio tan drástico, Brea, por otro lado, no se sentía tan esperanzada; en el caso de que de verdad se acercase una misión, ella no podría formar parte de esta.

El grupo se reunió en el patio, aprovechando los pocos descansos que les permitían tener durante esos días, si es que eran dignos de recibir ese nombre, aparte de estar cronometrados hasta el último milisegundo, todas las salidas posibles estaban controladas por guardias armados y vestidos con un serio semblante, Dana entonces recordó las palabras de Ethan, era plausible que ellos fuesen los oídos del lugar, por lo que se aseguraría de que su conversación fuese lo más discreta posible.

Los soldados eran figuras enigmáticas: había quien decía que eran reclutas de un mayor rango quienes habían sido enviados de otras bases, aunque la teoría más aceptada era que estaban ahí por voluntad propia, como si de un trabajo se tratase, por lo que su memoria se conservaba intacta. Dana era más fiel a la segunda hipótesis, podía comprobar cómo sus rostros, a pesar de denotar tal frialdad que incluso provocaban escalofríos, en el fondo parecían compadecerse de ellos. Sin embargo, como dijo Ethan, eran realmente imbéciles, a no ser que fuesen grandes actores, no parecían olerse una rebelión

Brea abrazaba sus rodillas, su mirada se veía perdida y carente de esperanza, el incómodo silencio creaba una densa esfera alrededor de ellos, esfera que les impedía decir nada pero que deseaban que desapareciera cuando uno de ellos rompiera dicho silencio con una simple palabra. Todos pensaban lo mismo.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó—. No hemos podido encontrar la información que queríamos, y podrían avisaros en cualquier momento.

Los tres intercambiaron una mirada de pena sin que ésta se diera cuenta. Barrett parecía el más afectado por su actitud, pero disimuló esto con una amplia sonrisa.

—Venga, no podemos rendirnos aún —tocó la rodilla de Brea, intentando animar a esta, esta vez su calidez no surgió ningún efecto en ella—, estoy convencido de que hay una solución a todo esto.

Brea levantó por fin la mirada, pero se veía igual de afligida.

—La hay. Debéis iros sin mí.

—Cualquier otra menos esa.

—Tú mismo lo dijiste, podrían pasar meses hasta una próxima selección, y yo sigo con el mono naranja, no tiene sentido que esperéis por mí, tenéis que aprovechar la oportunidad.

—Brea —intervino Grace—, no vamos a dejar a nadie tirado, ¿estamos? No tendría sentido escapar sabiendo que estamos dejando a alguien detrás.

Brea sonrió levemente, conmovida por la bondad de sus amigos, sin embargo, esa sonrisa era efímera, pues aún sentía que retrasaba a sus amigos y que era una pérdida de tiempo que esperasen a una nueva selección. Se sentía insegura respecto a sus habilidades, y estaba segura de que en la próxima reasignación de rangos no iba a obtener uno mayor al que ya poseía.

EL RENACER DE LOS REBELDESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora