Aquella mañana fueron los escasos rayos de sol que incidían por las ventanas quienes despertaron a Dana. Se levantó, todavía exhausta y con el cuerpo dolorido, frotándose los ojos. No quedaba nadie en la habitación, había sido la última en despertarse. Su rostro por fin denotaba descanso.
—¡Mira quién se despierta por fin!
Grace recién entraba por la puerta con más energía que de costumbre, no era la primera vez que se asomaba a comprobar si Dana había despertado, a esta le extrañó ese comportamiento, incluso en Grace.
—¿Habéis desayunado ya? —preguntó.
—No, tú estabas dormida y no encuentro a Brea por ningún sitio.
Eso le extrañó, Brea solía esperarlas para ir al comedor si se despertaba antes, nunca había roto ese hábito, aunque tuviese que esperar una hora a que Grace, cuyo sueño era el más profundo de todos, se dignase en sacar su cabeza de debajo de la manta.
Dana tampoco se fijó en si Brea estaba en la habitación al llegar de la misión, era tarde y además estaba demasiado cansada, así que dio por sentado que estaría durmiendo.
—¿Estará en el comedor ya? —inquirió, probablemente no había podido aguantar el hambre. Grace se encogió de hombros.
—Puede, aunque sería raro en ella.
De todas formas, no le dieron demasiada importancia y se encaminaron al comedor. Como siempre, estaba abarrotado de personas, e instintivamente dirigieron su mirada hacia la mesa en la que acostumbraban a sentarse. Barrett se encontraba ahí, devorando una tostada, cabizbajo. El resto de la mesa estaba vacío, Brea tampoco se encontraba ahí.
Dana y Grace se sirvieron su desayuno de siempre, una café solo, sin ningún tipo de edulcorante, y una taza de café con leche y un croissant, respectivamente. Todos detestaban la comida de la cafetería, pero no podían evitar querer llevarse algo a la boca, Dana no solía comer demasiado, especialmente por las mañanas, pues vivía con un nudo en el estómago constante.
Ambas se sentaron frente a Barrett, que fruncía ligeramente el ceño mientras usaba una cucharilla para remover su café, dejando el plato con la tostada vacío y sin apenas migas sobre el mismo.
—¿Y Brea? —preguntó por fin Grace, tras unos instantes de silencio.
Barrett levantó por fin la vista.
—Eso os iba a preguntar —murmuró, cualquiera diría que su voz auguraba algo.
—¿Dónde podría haberse metido?
—¿Dónde la habéis visto por última vez? —quiso saber. Dana y Grace intercambiaron una mirada, tratando de recordar.
—En la habitación, cuando Plant nos advirtió que la sirena que sonaría el próximo día sería únicamente para las verdes —dijo Dana.
—¿Y al volver del hotel?
—No me fijé, supuse que estaría durmiendo.
Barrett hizo un mohín y arrastró su silla, cuyo chirrido hizo que más de una persona se volteara a mirarlo. Este orientó su cuerpo hacia los ahí presentes, apoyando uno de sus fuertes brazos en el respaldo de aquella silla tan incómoda.
—¡Disculpad!, ¿alguien ha visto a Brea? —exclamó. Los de mono verde negaron tranquilamente con la cabeza y volvieron con la cabeza y volvieron a sus asuntos, los de rangos inferiores no pudieron evitar mirarse entre sí con expresión apenada, era evidente que conocían la información pero que existía algún tipo de impedimento para proporcionársela.
Barrett no desistió, es más, se pasó toda la mañana preguntando a todo el mundo, fuese cual fuese su rango. "¿Dónde está Brea?", "¿Habéis visto a Brea? Por favor, si es así decírmelo.", eran unas de las repetidas frases que había utilizado durante el día, que lentamente adquirían tintes de desesperación.
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EL RENACER DE LOS REBELDES
Ciencia FicciónEn un futuro distópico no demasiado lejano, un grupo de jóvenes despierta sin recuerdos en una base en la que serán entrenados para luchar por un Gobierno del que no poseen constancia, entre esos jóvenes, destacará un grupo de silenciosos rebeldes q...