Con el clima más tranquilo, Corth sobrevoló el pueblo unicornio en ruinas. Cada que veía a uno de sus compañeros se emocionaba, pero al instante que notaba que ninguno de ellos era Eleo su emoción decaía cada vez más. Descendió y aterrizó al lado de la pony guía, que iba a entrar a una casa con un saco en su hombro.
—Larian, ¿de casualidad no has visto a Eleo?
—Ah, hace buen rato que no lo veo —respondió ella con despreocupación.
—Sí, lo mismo que me dijeron los otros —murmuró Corth como si él fuera culpable de algo.
—¿Por qué te pones así? Este lugar es seguro, no hemos visto un alma por aquí aparte de las nuestras, si hubiera pasado algo grave nos hubiéramos enterado. Debe estar bien metido en lo suyo, lo conoces mejor que nosotros. —Larian le sonrió, pero Corth percibió falsa aquella sonrisa y vio a la pony desaparecer al entrar a la construcción en ruinas.
—Si hay algo que puedo hacer aparte de tener fe, es no quedarme quieto —murmuró Corth. Dio media vuelta y luego de un salto empezó a volar.
—Hemos llegado —dijo Azmir, satisfecha. Miró a su izquierda y luego a su derecha para luego mirar de vuelta a la pendiente nevada que acababa de subir—. Oye, ¿quieres darte prisa? —gritó.
Jadeando, Eleo se encontraba a unos metros abajo, esforzándose en subir. Las nubes que seguían invadiendo el cielo se iban tiñendo del atardecer.
—Dame un momento —jadeó Eleo—. Que a la mínima puede que... —En ese momento su casco resbaló, pero en vez de caer quedó tendido en el aire. Levitando, fue a parar a la cima de la pendiente junto a Azmir, que tenía su cuerno encendido—. Te lo juro, no me voy a acostumbrar a eso nunca —dijo temblando como si hubiese salido de un baño helado.
—Espero no llegar a ese punto; no quiero tener que estar todo el tiempo ayudándote.
—¡Hey, tú fuiste la que quería que viniera!
Azmir escupió una carcajada a las montañas.
—Pues claro —dijo—, eres mi rehén, tal y como he dicho.
Como respuesta, Eleo solo parpadeó. Seguía sin comprender cómo tomarse el hecho de que la unicornio lo llamara rehén. ¿No era más fácil matarlo de una vez? Hubiera querido hacer esa pregunta, pero vio que Azmir lo dejaba atrás, dirigiéndose a una cueva en una pared rocosa.
—¿Aquí es donde vives? —preguntó Eleo mientras la seguía. El viento que soplaba le hizo dar un escalofrío.
—Yo no diría que vivo aquí, pero creo que es el lugar más seguro que conozco.
Al lado de ella, Eleo contempló la entrada: no era muy grande, casi parecía una enorme grieta en la que apenas podía entrar un pony a la vez.
Azmir cerró los ojos un momento y encendió su cuerno. Empezó a entrar en la grieta mientras apartaba la oscuridad a su paso. Eleo la siguió; notó que la cueva se hacía cada vez más grande a medida que se adentraba. Le atraía la idea de esconderse de las miradas de posibles criaturas salvajes de afuera, pero dentro estaba más helado que afuera. En cuanto hubieron recorrido un buen tramo, Azmir sacó unas ramas que estaban escondidas tras unas rocas y las colocó, con la ayuda de su magia, en el centro de la cueva.
—Ah, esto me lo enseñaron de joven cuando iba al campamento —dijo Eleo mientras tomaba un par de rocas—. Creo que recuerdo como era que se hacía... —Empezó a golpearlas repetidas veces.
Azmir sonrió para sí misma. Agachó la cabeza con su cuerno apuntando al puñado de ramas. De él salió una pequeña chispa y las ramas se encendieron en una fogata. En ese momento Eleo dejó de golpear las piedras y su mirada se encontró con la de Azmir, que tenía una sonrisa burlona.

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Buscando la Armonía
FantasíaLos unicornios son considerados extintos luego de una guerra contra los ponis terrestres y pegasos. Pero Eleo, un estudioso de la historia y cultura unicornio, conoce a Azmir, una de las pocas unicornios supervivientes de Equestria. Juntos entablará...