Por las calles de Irinia se enfrentaban los guardias ponis y los soldados pegaso. El impacto de espadas y lanzas contra el metal de escudos y armaduras plagaba la ciudad entera. Por encima de ellos planeaba Corth sujetando a Eleo desde el torso, apoyándose en los tejados para que caminara un rato por estos en lo que sus alas descansaban.
—¿Vas bien ahí? ¿No te duele nada? —preguntó Corth.
—¡Estoy bien, solo lleguemos lo más rápido posible a tierra, por favor!
—¡Mis alas se mueven lo más rápido que pueden!
Estando por encima de Irinia, Eleo pudo corroborar que sus amigos no mentían cuando les había contado sobre la guerra entre ponis y pegasos. Las calles estaban revestidas en seguridad con muros de guardias, bloqueando el paso, y en otras se podía ver cuerpos de ponis tendidos en el suelo como bolos derrumbados al impacto de una bola de boliche.
—Esto es peor de lo que imaginé —murmuró Eleo mientras pasaban por encima de un edificio.
—Quisiera decir que te creo, compañero, pero sigo sin creer que puedes cambi...
—¡Cuidado!
Un pegaso asomó al borde del edificio justo frente a ellos, pero no alcanzaron a sortearlo. Chocaron con él y Corth dejó caer a Eleo por accidente. Vio a su compañero caer a una altura de más de veinte metros. Por fortuna, el pegaso con el que había chocado reaccionó antes que él y descendió como una flecha para atrapar a Eleo en el aire y dejarlo a salvo en una calle solitaria y vacía.
—¡Oh, te lo agradezco! —suspiró Eleo de alivio. Luego vio la marca pegaso en el flanco de su salvador—. Espera, ¿tú no eres soldado?
—¡Nopi, soy Xhinnadhel, mensajera oficial del general Gillian! —respondió con un saludo militar.
—¿Mensajera oficial? —Corth aterrizó a su lado—. ¿Tú sabes lo que está pasando aquí?
—¡Ni yo lo sé! No escuché nada de atacar esta ciudad, y dudo que nuestro general diera esa orden. He buscado a Zhellax, él podría parar esto, pero no lo encuentro por ninguna parte.
—¿Y tú estás acá porque...? —preguntó Eleo.
—¡Estoy perdida, no sé qué hacer! Soy una pegaso y quisiera ser una buena soldado, pero no quiero ver ponis morir así, ¡ni verlos pelear!
—Tranquila, podemos parar esto.
—¿En serio?
—Eleo —empezó Corth—, ¿sigues con...?
—Sé lo que hago, Corth, confía en mí. —Se volteó a Xhinnadhel—. Ahora, quiero que nos ayudes a sacarme de aquí con tus alas. Has demostrado ser muy fuerte atrapándome en el aire, podríamos salir de aquí en poco tiempo.
—¿Qué planeas hacer? —preguntó Xhinnadhel.
—¡Pegasos!
De una esquina apareció un guardia, y tras él venían muchos más como una estampida.
—¡Solo llévame, apúrate!
—¡Hecho!
Xhinnadhel lo tomó y lo alzó por el aire con mucha facilidad, casi no requería de la ayuda de Corth que lo sostenía por abajo. Era una posición muy incómoda para Eleo, pero con dos pegasos transportándolo, no tardó en abandonar el panorama de tejados para ser dejado a los lindes de un bosque en el suelo. A lo lejos se podía escuchar las batallas y los gritos dentro del pueblo. Pese a todo, Eleo estaba aliviado de poder pisar tierra de nuevo.
—Muchas gracias nuevamente... eh...
—Llámame solo Xhinna, es más fácil.
—Bien, Xhinna, por ahora debemos seguir solo nosotros dos. Te debo una.

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Buscando la Armonía
FantasyLos unicornios son considerados extintos luego de una guerra contra los ponis terrestres y pegasos. Pero Eleo, un estudioso de la historia y cultura unicornio, conoce a Azmir, una de las pocas unicornios supervivientes de Equestria. Juntos entablará...