17.

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El día empezaba decaer por el horizonte. Caminaban por la pacífica carretera mientras admiraban los árboles de las aceras y las nubes apelotonándose en el cielo, interrumpiéndolos algún saludo por parte de algún pony con los que se cruzaban.

-Siento que tuvieras que venir a traerme, Eleo -dijo Azmir. Tenía la melena más corta, justo ese mismo día había ido para que se la arreglaran, y no llevaba puesta su capa ni nada que cubriera su cuerno.

-No te lamentes -dijo Eleo. Llevaba una chaqueta de cuero negra y su bufanda marfil-. Asumo que una charla con el alcalde es algo de suma importancia.

-No fue para tanto solo una charla sobre unicornios... y pegasos...

-¿Pegasos? ¿Cómo que...?

-¡Oh, muchas gracias, señorita Azmir. -Un pony se interpuso en frente-. Discúlpeme, pero quería agradecerle frente a frente por salvar a mi padre. Verá, él estaba enfermo de...

Luego de una emotiva charla, incontables «gracias» y besos a los cascos que asaltaban de bochorno a la unicornio, el pony los dejó y pudieron seguir su camino. Se detuvieron frente a una casa con un patio rodeado por un cercado blanco.

-¿Qué te dijo el alcalde? -preguntó Eleo al tiempo que ponía su casco sobre la verja para abrirla.

Azmir evitó su mirada, al frente tenía un pequeño camino de grava hasta la casa: una luz naranja se filtraba desde las ventanas.

-Te lo digo luego, ¿te parece? -respondió esbozando una sonrisa.

Eleo apenas se molestó en devolvérsela, abrió la verja y ambos cruzaron el jardín. Azmir se percató de un pony asomándose en la ventana del segundo piso de la casa vecina, y dicha ventana fue cubierta por una cortina al instante.

Llegaron al porche, y de adentro les llegó el olor a pan recién hecho, el rumor de una conversación y risas. Antes de que Eleo pudiera tocar la puerta, esta se abrió y los recibió la ya completamente sana Kaylie, lanzándose a los cascos de Azmir para abrazarla.

-¡Qué bueno que viniste! Estaba esperando a que vinieras.

-No me hubiera perdido mi primera reunión con ustedes. -Azmir la abrazó también.

Cruzaron la sala principal y llegaron al comedor, donde, sentados en la mesa, estaban Corth, Malid y Whinndel.

-¡Mira quién llegó, nuestra unicornio preferida! -dijo Malid.

-Porque es la única -le dijo Corth.

Whinndel soltó una pequeña carcajada. Los tres se levantaron de sus asientos y recibieron a Azmir con un abrazo.

-¡Azmir, qué gusto verte! -De la cocina llegó Gerenish, trayendo un plato con una pirámide de galletas que depositó en la mesa. Se sacudió el delantal y le dio un abrazo fuerte.

-¿Son las galletas que le diste a Eleo para el viaje?

-Un poco pasadas de tiempo en el horno, pero sí, son las mismas. Toma cuantas gustes.

Azmir tomó una galleta con su magia, y mientras la atraía hacia sí, Gerenish soltó un chillido de horror.

-¡Oh, lo siento! -dijo Azmir y tomó la galleta con su casco-. Tengo la costumbre de tomarlo todo con mi magia.

-No te preocupes, perdóname a mí, soy yo la que no se acostumbra aún. -Gerenish rio nerviosa y le pasó un brazo encima con cariño-. Eleo, ¿café, cierto?

-Sí, por favor.

Todos se sentaron en la mesa y empezaron a charlar mientras comían sus galletas, panecillos, cuernitos y panes de levadura. Le contaban a Azmir las cosas que ahora podía hacer ahora que vivía en paz con ellos, como visitar ciertos sitios, probar comidas exóticas, hacer alguna actividad y demás. Whinndel era la que estaba más callada con una sonrisa leve.

Buscando la ArmoníaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora