—¿Y los ponis terrestres comen tan bien como dicen?
—Eso dicen los pegasos a menudo, pero que nunca entendemos por qué.
La nieve se borró por completo para descubrir un lindo paisaje rural. Azmir y Eleo seguían una vereda flanqueada por altos fresnos mientras un sol suave y matutino abrazaba el pelaje de los dos ponis solitarios. Se escuchaban pájaros cantar y el susurro de las hojas de los árboles empujadas por el viento.
Eleo ya había perdido la cuenta de los días que había pasado lejos de casa. Terminó con la melena igual de desaliñada que la de Azmir, las gafas un poco agrietadas, la barba le creció un poco y sus ropas estaban malolientes y sucias. Ya se había acostumbrado a la vida salvaje y le agarró el gusto a la naturaleza, pues asimiló que con una unicornio a su lado ninguna otra criatura podía llegar a él.
Una noche, mientras Azmir dormía y Eleo vigilaba, los acorraló una manada de lobos. Eleo la despertó al momento y la unicornio despertó tan rápido como su cuerno. Se quitó de en medio a todos los lobos con su magia, no sin recibir una mordida en sus patas traseras. Eleo se atrevió a quitarle de encima al responsable de la mordida, y por poco le arrancan el cuello si no fuera por Azmir, que lo socorrió al momento como pago de haberla ayudado.
Luego de esa batalla, Eleo le perdió el miedo a la naturaleza ahora que ya conocía las habilidades de Azmir. Solo temía encontrarse con otro unicornio, que Azmir aseguraba que había más rondando por Equestria, pero eso nunca pasó.
—Y parece que los unicornios lo dicen también —continuó Eleo.
Azmir le sonrió.
—Es lo que he escuchado por ahí.
—¿Qué acaso los unicornios comían mal?
Azmir apartó la mirada y eliminó su sonrisa.
—No puedo hablar de parte de todos los unicornios.
—¿Por qué lo dices?
—No teníamos mucho dinero y... Ya sabes. —Su mirada se desvió al cielo, y de pronto se apartó del sendero para ocultarse tras un árbol.
Eleo ni siquiera miró lo que ella había visto. Por instinto solo corrió y se ocultó tras ella. Siguió la mirada de Azmir que se asomaba un poco por la copa del fresno: muy a lo lejos, en el cielo, surcaba una uve. Al aguzar la vista se dio cuenta de que era un escuadrón de pegasos que volaban sin romper la formación.
—Parece que nos acercamos más de lo que esperaba —dijo Azmir en voz baja.
—¿A dónde?
—Nuestro destino, o el tuyo, mejor dicho. Yo no puedo avanzar más sin que me vean. Así que... aquí acaba nuestro viaje. —Lo miró con una sonrisa—. Sigue recto de aquí en adelante, si te pierdes, lo más probable es que encuentres algún pony que te guie.
Eleo se quedó inmóvil, mirando el sendero que tendría que andar en solitario.
—No me es conocido este lugar.
—Aún estamos lejos, pero, como dije, no me puedo arriesgar si me adentro más.
—Cierto..., ¿y qué hay de ti?
—¿Tengo que repetírtelo de nuevo, Eleo?
Eleo asintió para sí mismo.
—Tienes razón...
Un silencio incómodo los envolvió. Eleo no despegaba la mirada del sendero serpenteando entre los árboles.
—La pasé bien contigo, de veras —le dijo Azmir con una sonrisa tan suave como triste—. Cuídate y pásala bien. —Se cubrió con la capucha hasta la cabeza y empezó a andar por el camino de vuelta, cabizbaja.

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Buscando la Armonía
FantasiaLos unicornios son considerados extintos luego de una guerra contra los ponis terrestres y pegasos. Pero Eleo, un estudioso de la historia y cultura unicornio, conoce a Azmir, una de las pocas unicornios supervivientes de Equestria. Juntos entablará...