Buscando la Armonía

Epílogo

La lluvia caía por las copas frondosas de los árboles. Un unicornio solitario andaba entre ellos, asomando la vista como si supiera que algo lo perseguía. Era azul tanto su pelaje como melena: alta y empapada como los arbustos del alrededor. Traía un harapo en la espalda que vagamente lo cubría de la lluvia.

Percibió un sonido a su espalda, se dio la vuelta y vio un aura violeta emerger del suelo. Cayó un rayo que hizo ver entre ella la sombra de un pony cuyos ojos refulgían como lava.

El unicornio atacó con un rayo a la silueta, pero no tuvo efecto. El aura se arremolinó en torno a él y lo atrapó en un hechizo que lo forzó a reverenciar a la figura sombría.

—¡Déjame vivir, lo suplico! —imploró en la lengua unicornio.

La sombra salió de su penumbra y se acercó para mirar con el mentón alzado al unicornio.

—¡Obedecerás a la nueva heredera del reino unicornio, Alagraz, hija del rey Haganez! Juntos, reuniremos a los unicornios y tomaremos lo que fue nuestro una vez. Di tu nombre.

—Gary... Gary Bluestone...

—Gary... ¿Reconoces a esta unicornio? —De su cuerno salió una proyección algo difuminada en morado de Azmir.

—N-no —tartamudeó el unicornio luego de mirarla un rato con un ojo abierto.

—Ella nunca será de los nuestros. —Removió la proyección—. Si la podemos cazar a ese desperdicio de cuerno, cuánto mejor. Se ha amistado con esos inútiles ponis, pero se enterará tarde de su error. ¿Está todo claro?

—Sí.

—¡Es «sí, mi reina»!

—¡Sí, mi reina!

—¡Que así sea a partir de ahora! Ahora, andando.

Lo hizo levantarse y le quitó el hechizo de encima. Lo siguió desde atrás mientras lo apuntaba con su cuerno para que no tratara de escaparse. Cayó otro rayo, revelando por un segundo breve la frente chamuscada bajo su melena roja como sangre.