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Capítulo 15: Una Posesión Marcada

El sol caía sobre la mansión, arrojando sombras alargadas que marcaban el camino de Alexai hacia el pozo. Era temprano en la mañana, y los primeros rayos de luz apenas comenzaban a calentar las piedras frías del patio. Alexai caminaba despacio, con el cubo en la mano, sintiendo el peso de su propia insignificancia en cada paso. Se había acostumbrado a la rutina de servir, de hacer todo sin cuestionar, sin esperar nada más que la seguridad de pasar desapercibido. Pero hoy, la calma que buscaba se rompería de una manera brutal.

Mientras llenaba el cubo en el pozo, un soldado zephyriano de menor rango, uno de los muchos que se paseaban por la mansión con arrogancia y desprecio, se acercó a él con una sonrisa burlona. Alexai trató de ignorarlo, concentrándose en su tarea, pero sintió la presencia invasiva del soldado a su lado. El hombre, más alto y robusto, le puso una mano pesada en el hombro, apretando lo suficiente como para hacerle sentir que la resistencia no era una opción.

—¿Qué hace un omega eldoriano como tú aquí solo? —se burló el soldado, su aliento olía a vino rancio, un contraste amargo con la fresca mañana.

Alexai no respondió. Mantuvo la mirada baja, sus manos temblorosas alrededor del cubo de agua. Sabía que no era nadie para responder, ni para defenderse. Sabía que cualquier palabra podría empeorar la situación. El soldado continuó, ahora deslizándose más cerca, sus dedos hurgando la delicada piel de Alexai, explorando con una falta de respeto y una intención clara. Alexai sintió el miedo subiendo por su garganta, pero apretó los dientes y cerró los ojos, deseando ser invisible.

El soldado empujó a Alexai con un gesto despectivo, y el cubo de agua cayó al suelo, derramando todo su contenido. Alexai tropezó, pero logró mantenerse de pie, sintiendo el frío del agua salpicar sus pies y las piernas. Avergonzado y aterrado, se inclinó rápidamente para recoger el cubo, sus manos temblando mientras lo volvía a llenar. El soldado no dejaba de reír, disfrutando del espectáculo de humillación que había creado. Alexai, sin embargo, se levantó y volvió a llenar el cubo, sus ojos fijos en el suelo.

El sonido de las risas del soldado atrajo la atención de otros alfas que se encontraban cerca, y pronto una pequeña multitud se congregó para observar. Era un entretenimiento menor, una distracción en medio de la monotonía de sus tareas. Nadie intervenía; para ellos, la humillación de un omega era una simple distracción, un recordatorio de su poder. Había que admitir que el chico era una completa belleza para su edad.

Pero entonces, Roderich apareció. Su figura se destacaba entre los demás, su porte imponente y su expresión severa cortaron el bullicio de inmediato. Al ver lo que estaba ocurriendo, sus ojos se oscurecieron y una furia palpable se apoderó de él.

Caminó hacia el soldado con pasos firmes y decididos, el aire a su alrededor se volvía denso por la rabia que irradiaba. Sin mediar palabra, Roderich levantó al soldado por el cuello de su armadura y lo arrojó al suelo con un golpe seco. La multitud retrocedió, un murmullo de sorpresa y temor recorrió el grupo de espectadores.

Roderich se dirigió al soldado caído, su voz resonó como un trueno en el patio.

—Este es mío, que no se les olvide quién ganó todo esto para ustedes. Espero no tener que volver a dejarlo claro—Sus palabras no solo eran una advertencia, sino una declaración de propiedad absoluta. Roderich no compartía, y cualquier intento de desafiar su autoridad era una ofensa directa hacia él.

La multitud se dispersó rápidamente, nadie se atrevía a permanecer bajo la mirada furiosa de Roderich. El soldado, aturdido y humillado, se arrastró lejos, incapaz de encontrar el valor para enfrentarse al alfa de mayor rango. Roderich no necesitó levantar la voz ni repetir sus palabras; su dominio estaba establecido y nadie lo pondría en duda.

Sin embargo, la ira de Roderich no se había apaciguado. Volvió su atención hacia Alexai, quien sostenía el cubo con ambas manos, mirando fijamente al suelo. Roderich se acercó a él con pasos pesados, y Alexai pudo sentir la intensidad de su presencia aún antes de que hablara. Sin previo aviso, Roderich lo tomó del brazo, su agarre era firme y doloroso.

Roderich no le dio tiempo a responder. Lo empujó contra la pared de piedra con una fuerza que hizo que Alexai soltara un jadeo de dolor.

—Agh..

La tensión en el aire era sofocante, y aunque Alexai intentaba mantenerse en pie, sus piernas temblaban bajo la presión del momento.

—¿Sabes lo que has causado? —Roderich habló entre dientes, su aliento caliente contra la cara de Alexai—. Cada mirada, cada palabra de esos idiotas te deshonra. Ellos están mirando tu pequeño cuerpo y se mueren por probar un poco, tan solo un poco de tu ser. ¿Acaso, tú intentas provocarlos o es que quieres probar más de lo que te puedo ofrecer?.

—N-no, s-se lo juro. Yo solo q-uer..— El chico estaba aterrorizado y más cuando Roderich lo sujetó del rostro, forzándolo a mirarlo. Sus dedos se clavaban en la piel de Alexai, y los ojos de Roderich estaban llenos de un fuego oscuro que mezclaba posesión y furia. En un movimiento brusco, Roderich lo besó, un beso que no era de amor, sino de control y castigo.

La fuerza del beso rompió la delicada piel de los labios de Alexai, y un sabor metálico llenó su boca. Alexai trató de apartarse, pero la presión era implacable, sus uñas se clavaban en el pecho de Roderich en un intento desesperado por liberarse.

Cuando Roderich finalmente lo soltó, Alexai jadeaba, sus labios sangraban y una marca roja se formaba en su cuello donde Roderich lo había apretado con fuerza. El dolor y la humillación se mezclaban con un miedo profundo que se reflejaba en sus ojos azules. Roderich lo miró con una mezcla de desprecio y algo que casi parecía arrepentimiento, pero no suficiente para detenerse.

—Dime algo, Alexai. —La voz de Roderich era un susurro peligroso, una orden que no permitía disenso—. Dime quién es tu dueño.

Alexai tembló, sus palabras atoradas en su garganta. No sabía qué decir; cualquier respuesta podría desencadenar más violencia. Sentía el peso del mundo aplastando su pecho, su miedo lo asfixiaba, pero sabía que el silencio también era un riesgo. Finalmente, con la voz rota y apenas un hilo de sonido, respondió:

—U-usted…u-usted es mi dueño.

Roderich asintió, satisfecho. Pero su satisfacción era amarga, manchada por la rabia que aún ardía dentro de él. Lo soltó, empujándolo ligeramente hacia atrás, como si el simple contacto fuera una ofensa. Alexai se llevó una mano a los labios, sintiendo el dolor punzante donde Roderich lo había lastimado. Se quedó allí, inmóvil, mientras Roderich se alejaba, dejando tras de sí un silencio tenso.

El mensaje estaba claro para todos: Alexai pertenecía a Roderich, y cualquier infracción, por pequeña que fuera, no quedaría sin castigo. Para Alexai, la jornada apenas comenzaba, y la herida en sus labios no era más que otro recordatorio de su posición. En la mansión, en medio del lujo y la brutalidad, él no era más que un objeto, un trofeo en una guerra que no entendía y de la cual no podía escapar.

El Lirio Y La Espada (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora